No pude dormir la noche anterior y hasta contemplé la idea de que Héctor tuviera dificultades para reunir a la junta, me llamara temprano y me dijera que la prueba se había pospuesto para después, y que ya mi rival no sería Teressa Bianchi, sino cualquier otra cocinera de una cocina corriente de la ciudad. A las seis de la mañana recibí el mensaje de Héctor.
»Buenas noticias, Esmeralda. La junta está reunida. Te espero a las tres de la tarde en el hotel ;).
El mundo es de los valientes que están decididos a conquistarlo, y yo me consideraba una valiente, pero saber que vas a salir al ruedo, frente a tu sobrina, tu jefe, la persona que te gusta -Victor quedó en pasar-, la persona que más te disgusta -la mamá de Héctor- y la persona a la que no quieres de
El taxi tuvo que dejarnos a dos cuadras del hotel, muy cerca del bistró, porque había una gran aglomeración en las proximidades. Después de bajarnos, tomé de la mano a Verónica y caminamos hasta la entrada, mientras intentaba ver qué era lo que causaba tanto revuelo, un domingo, en las proximidades del lugar al que debía llegar.Cuando me acerqué a la entrada, abriéndome paso entre una multitud agolpada en la puerta, un hombre me detuvo, impidiéndome seguir.—Oye, hay fila, no puedes colarte.—¿Qué? Como que fila, ¿de qué habla?Noté que me miraba de arriba a abajo, fijándose en mi uniforme. Cuando vi las cinco llamadas perdidas de Esmeralda me asusté. Habían pasado casi veinte minutos desde que llamó y pensé en la posibilidad de que se hubiera aterrado, en el último minuto, de tener que enfrentar a Teressa Bianchi y me estuviera intentando contactar para cancelar su participación.—¿Dónde está´pa Gerardo? —Le pregunté a Berta, a quien, lamentablemente, había tenido que llamar a trabajar ese domingo.—Bajó hace unos cinco minutos, señor. Lo vi muy urgido por una llamada que acababa de recibir.Era lo que me suponía. Al no poder contactarme, Esmeralda había llamado a Gerardo. Agradecí a Berta y seguí los pasos de mi secretario privado, esperando Una improvisada sesión de fotografía
De todos los escenarios posibles que llegué a contemplar, nunca me imaginé que este fuera posible. Desde que nos saludamos, sentí que había una energía que me unía con Teressa y que, si por alguna eventualidad nos fuera posible seguir viéndonos, seríamos las mejores amigas. No sé ni cómo empezó la sesión de fotografías, fue algo tan espontáneo que solo sé que lo disfruté mucho y que fue como si conociera a Teressa de toda la vida. Así de intenso fue y, cuando pensaba en que no nos despediríamos sin antes no habernos enfrentado en una competencia de talento culinario, me entristecía.Ya lo había pensado desde que entré en el hotel, después de superar a la muchedumbre agolpada para verla: ¿Cómo puedo atreverme a competir con ella?
Cuando hablé con Efraín sobre la posibilidad de que, después de la improvisada sesión de fotos entre las dos cocineras y los miembros de la junta directiva, no fuera necesario realizar la competencia, me preguntó, con todo respeto, si acaso estaba loco.—Ya todo está preparado y dispuesto, señor —dijo—, esta es la cereza en el pastel, con la que conseguiremos, por unanimidad, la aprobación de la junta, además de que será un evento muy divertido, ya verá.Me puse en sus manos y solo me adelantó, porque ni siquiera yo, como CEO de la cadena hotelera, debía estar al tanto de eso, que en el almuerzo solo se serviría un plato de carne de res, con guarnición de arroz y papas.—Algo muy sen
Después de que Víctor me hubiera saludado, Anura me pidió que hablara con ella. Pensé que ya se había ido a sentar entre el público, así que cuando la volví a ver me acerqué rápido, porque ya estábamos por empezar.—No tengo idea de qué las vayan a hacer preparar, pero como mi cocinera, es mi deber estar de tu lado, pese a la amistad que me une con Teressa —dijo la chef—. ¿Cómo vas con los cortes de jamón?—Cerca a los cincuenta sobres, chef.—Entonces procura preparar algo que implique cortes. Es mi consejo.Incliné la cabeza, como hacíamos en la cocina.—Te de
Consideré que, después del almuerzo con un corte de res, papas y arroz, hacía falta una sopa y un postre. Contaba, para la preparación, con una muy buena vaporera, en la que pondría las caballas, con cortes lo más ligeros posible, de manera que -y esto lo aprendí con Anura- consiguiera extraer el mejor umami al pescado, al que también añadí unas cuentas gotas de soya y limón, lo que extraería aún más su sabor. Para el caldo, puse a hervir agua con las tiras de piel de un pollo amarillo, a más grasiento mejor, junto con menudencias que saqué del refrigerador.Mientras se cocían los ingredientes de la sopa, comencé a preparar el bizcocho de soletilla que utilizaría para hacer un tiramisú. Cuando Teressa me vio haciendo el bizcocho, adivinó de inmediato lo qu
Primero pasé mi humilde y burda crema, servida también en bowls de cerámica. Dejé que las cabezas de las caballas asomaran por sobre el líquido, lo mismo que algunas de las verduras y una fina capa de canela que esparcí para realzar el sabor inicial -el primer impacto, como lo llamo- de la superficie. Las manos me sudaban y casi cometo el gravísimo error de dejar caer uno de los bowls sobre la mesa. No sé qué fuerza misericordiosa me salvó de hacerlo, porque hubo un instante en que me pareció ver que el contenido de la crema se regaba sobre las piernas de Massini, el crítico culinario.—Eso estuvo cerca —dijo Massini con una sonrisa que creo, se la debía a Teressa, que le había mejorado el buen genio a todos después de darles a probar su comida para dioses. La junta directiva aprobó, por unanimidad y sin apenas sugerir cambios, la realización del concurso de cocina. Sin embargo, eso no fue lo que más me emocionó ese día, sino saber que amaba a Esmeralda y haría todo lo que estuviera a mi alcance por ganarme su corazón.Cuando terminó la prueba, que tocó el alma de todos los presentes -a excepción de la de mi mamá que, igual creo, no había manera de que se la tocara porque no debe ni tener- intenté acercarme a Esmeralda para felicitarla, pero vi que alrededor suyo había una multitud reunida y eran tantos, que hasta se formó una fila para tomarse una foto con la nueva celebridad.—Creo que es mejor afianzar el voto de los miembros de la junta, señor —Me sugirió Gerardo.Espero que sea honorable