Una vez que Clara y Caden se encontraron a solas, la mujer dejó traslucir su preocupación y su instinto protector. —Doctor Greenwood, ¿tiene una idea de todo lo que me ha costado progresar y mejorar la vida de mi hija? —No puedo imaginármelo, solo puedo apreciar el resultado y ese resultado me indica que lo hizo muy bien. —Como veo que lo ha percibido, es mi obligación decirle que yo no voy a permitir que mi hija la humillen. —No tengo intención de humillarla, todo lo contrario. —Sus actos me demuestran lo contrario. ¿Cree acaso que mi hija no ha resultado perjudicada cuando personas en la calle han presenciado cómo usted, hace unos momentos, la besó deliberadamente? No piense que, porque soy una mujer viuda, no tendré el valor necesario para defender a mi hija con todas mis fuerzas si es necesario. —Sé que fue una temeridad de mi parte, pero entiéndeme, por favor… —¡No! Entiéndame a mí. Angelina es una dama, quizás no del círculo al cual pertenece usted, pero es una dama porqu
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