-Yo no... ¿cómo...? - no controlaba el tartamudeo. -Un arquitecto por vocación se fija en los detalles, hasta los más minúsculos, como la cicatrices - comentó encogiéndose de hombros sin darle importancia. - Pero Juan González, debes saber que unos labios dicen tanta información como las huellas dactilares, si los tasas bien. Hubiese deseado mil veces que le gritase o le lanzase el lápiz, que demostrase algo de sentimientos, pero no era así. Sus ojos grises eran totalmente fríos y sin ápice de emoción, ni tristeza, enfado, decepción,... nada. Lo único que Juan tenía claro, además de que era un completo idiota, era que ahora mismo no estaba hablando con su novia Cristina, sino con Cristina Castillo, la CEO de Tacarigua. -Solo permíteme explicar... -Creo que especifiqué perfectamente que no saldrías de mi despacho hasta que me contases qué te pasaba, ahora que lo sé, puedes retirarte - interrumpió con un ligero movimiento de cabeza hacia la puerta. - No creo que sea nece
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