El vaso de whisky cayó al suelo, rompiéndose en mil pedazos, pero Nicolás ni siquiera se inmutó por el estruendo, se había quedado completamente dormido en el sillón, roncando suavemente, desplomado con las piernas extendidas y los brazos caídos a los costados. Me levanté sigilosamente de mi sofá, con miedo a que fuera alguna de sus bromas de borracho. Caminé hacia él, esquivando los vidrios rotos y escuché su respiración, era regular y pausada. Examiné el suelo, casi no había whisky en él, se había bajado todo el calmante.Me acerqué más a su rostro y pasé con un poco de miedo mi mano frente a sus ojos, temía que tomara mi mano y ya no tuviera escapatoria. Pero no reaccionó. Intenté una última cosa, le di un buen cachetazo, de esos que varias veces deseé darle, haciendo girar su rostro hacia un lado y nada, no reaccionó. Solo su mejilla blanca ahora enrojeciendo. Era suficiente prueba de que no me estaba tomando el pelo. Subí escaleras y tomé mi viejo bolso del armario, metí rápid
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