El sonido de un disparo dentro de la habitación dejó a todos los presentes aturdidos. Se había hecho un silencio sepulcral, Nicolás había cerrado con fuerza los ojos, aceptando su derrota, le había fallado a su mujer y a su hijo, y ahora pasaría los días del resto de su vida lamentándose por esto.Escuchó un llanto a unos metros, seguido de una respiración agitada, levantó el rostro con los ojos pesados, quedándose casi inconsciente, si iba a morir en esa fría habitación entonces sería al lado del cuerpo de su mujer, o por lo menos lo último que vería seria el rostro de ella. Pero cuando pudo enfocar la mirada hacia la esquina donde yacía el cuerpo de Carla, se encontró con la mujer estaba abrazada a sí misma y sin ninguna marca aparente de un disparo, miró más allá de su mujer y divisó una gran mancha rojo carmesí que había manchado de forma brutal e irregular el empapelado de la pared, esa sangre no era de su esposa, era de su enemiga, que yacía detrás de Carla con los ojos mirando
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