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Todos los capítulos de Casada con el Diablo siciliano : Capítulo 31 - Capítulo 40
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Capítulo treinta. Cuerda floja
Cuerda floja El sonido estrepitoso del vidrio rompiéndose hizo saltar a más de uno en la sala.—¿Se puede saber qué diablos pretendes, Filipo? —Ennio no podía creer que su hijo, su único hijo varón, fuera tan idiota para pactar un acuerdo con Theo Basilios.—Ya te lo he dicho, padre, anoche cerré un importante acuerdo con Basilio, es un negocio redondo por donde lo veas, Esteban Kyriaskis, ni siquiera contempló tu oferta, padre, —dijo, casi orgulloso de lo que había logrado.Ennio gruño en respuesta lo que hizo a Filipo arrugar la frente.—No comprendo tu actitud, deberías estar feliz, ¿Por qué no quieres intentarlo con Theo? —preguntó.—Ningún buen negocio se cierra de la noche a la mañana o porque te parezca una buena oferta. Es algo que debieras ya saber, pero dudo que un día puedas usar tu materia gris para entender lo que has hecho.—¡Hice lo mejor para la organización, necesitamos liquidez! —gritó Filipo.—Pues lo que vas a conseguir será un tiro entre ceja y ceja por tu estupi
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Capítulo treinta y uno. Anuncio
Anuncio Domenico miró a los presentes, tratando de identificar al “griego”, tenía el presentimiento que el tipo podía convertirse en un verdadero dolor de cabeza si no manejaba muy bien el asunto. Sobre todo, con la información que Vittorio había conseguido de él. Esa enemistad con Estaban Kyriaskis era la más peligrosa de todas. —Domenico, Pilar —Ennio salió al paso para saludarlos. Había estado pendiente de ellos desde el momento que atravesaron los muros impenetrables de la villa. Pilar se tensó al ver a Ennio parado delante de ella y esa sonrisa que le dedicaba era más falsa que una moneda de catorce pesos. ¿Cómo podía sonreírle sin ninguna vergüenza? La sangre latina de Pilar se calentó y estaba dispuesta a borrarle la sonrisa a Ennio en ese preciso momento, sin embargo, cuando la mano de Domenico se apretó sobre su cintura, giró el rostro para encontrarse con su oscura y profunda mirada y una clara advertencia en ellos. —Ennio —saludó en tono cordial pero distante. —Está
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Capítulo treinta y dos. ¡Yo te necesito vivo!
¡Yo te necesito vivo!El cuerpo entero de Domenico entró en alerta. Sus ojos se convirtieron en dos pozos de fuego tras escuchar las palabras de Ennio y el deseo de asesinarlo allí mismo fue abrazador, más que tentador. Habría sido tan fácil meterle un tiro entre las cejas, pero no tonto y sabía que la casa estaba rodeada de hombre que superaban en números a los suyos, sin contar que sus aliados lo verían como una traición, pues ninguno de ellos sabía lo que ese miserable había hecho con Pilar.Ennio sonrió y miró a Pilar, mientras ella temblaba como una hoja, comprendiendo rápidamente que había sido él, el autor de su secuestro…—Por favor, vengan —los llamó, mientras la gente brindaba en su honor y los felicitaba.—Eres un hombre muerto —murmuró Domenico cuando Ennio lo abrazó para felicitarlo.—No tienes manera de probar que fui yo y tampoco la tendrás, te aseguraste de matarlos a todos tal como lo predije, no hay testigos —respondió con regocijo, palmeando la espalda de Domenico.
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Capítulo treinta y tres. Déjame amarte
Déjame amarte Domenico Conte habría la vida entera por poder disfrutar de la confesión de amor de Pilar, pero en su mundo un segundo podía hacer la diferencia, más cuando el enemigo estaba en casa. Ennio Di Monti había firmado su sentencia, ese hombre ya estaba muerto, solo que no se había enterado. Pero él no tenía ningún interés en hacérselo saber, por ahora.—Domenico —llamó Pilar desde la puerta del baño, el cierre de su vestido se había atorado y no tuvo más opción que pedirle ayuda a su esposo.Pilar aún temblaba como una hoja, luego de confesar sus sentimientos, pero esa noche había confirmado el negro corazón de Ennio, ese hombre que le importaba muy poco su vida y la vida de Mónica, con tal de salirse con la suya.—Dime —pidió él acercándose a ella, Pilar se giró para quedar de espaldas a Domenico.—Ayúdame con el cierre, por favor —solicitó, mientras un nudo se formaba en su garganta, esto era lo más cerca e íntimo que está sucediendo entre ellos luego de varias semanas de
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Capítulo treinta y cuatro. No voy a dejarte aquí
No voy a dejarte aquíPilar se movió en su cama, buscó el cálido cuerpo de Domenico, sin embargo, el sitio que él debía ocupar estaba vacío. El corazón de Pilar dio un vuelco y no pudo evitar pensar en el pasado, en las noches que él acudía a ella y escapaba con el amanecer. Ella no estaba lista para caer de nuevo en la rutina.Pilar se armó de valor y abrió los ojos, para encontrarse con el rostro de Domenico sentado frente a ella, él solo tenía el pantalón del pijama y su pecho descubierto, Pilar tuvo que ahogar un gemido al ver la imagen de su esposo.—Buenos días, cara —saludó Domenico con una calidad sonrisa, que contradecía todo lo que estaba pasado por su cabeza en ese momento. Tenía muchas cosas que discutir con su equipo de seguridad, otras que debía hablar con Pilar, para asegurarse de que estuvieran a salvo, el problema es que él no estaba listo para alejarse de ellos.Domenico se negaba a dejarlo marchar, pero ¿qué opciones tenía? Si no alejaba a Pilar y Paolo de Italia,
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Capítulo treinta y cinco. Querido socio
Querido socio Mientras los restos del helicóptero cayeron al mar y el enemigo se retiraba. El ruido de una avioneta se escuchó sobrevolar los cielos de la Villa Malfa y varios autos entrar por la puerta principal, destruyendo todo a su paso.—¡Estamos bajo ataque, señor! —gritó uno de los hombres.Ennio se giró casi con violencia al escuchar las noticias.—¿Cómo que estamos bajo ataque? —preguntó incrédulo.—Hay una avioneta sobrevolando la villa y varios autos blindados, se dirigen al laberinto —expresó el hombre.Ennio palideció al darse cuenta de lo que eso significaba, venían por Mónica.—¡Respondan el ataque y no dejen que se la lleven! —gritó casi con desesperación.Ennio sabía muy bien que perder a Mónica en ese momento tan importante era perderlo todo. No había manera de hacer que Pilar estuviera de su lado si la perdía, lo que no se explicaba era quién había descubierto el sito.Él no tenía tiempo para pensarlo, tomó varias armas y corrió lejos de dónde su cabeza corriera pe
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Capítulo treinta y seis. Vale oro
Vale oro Ennio Di Monti sin duda no había estado preparado para esto, él había creído ciegamente en un golpe de suerte, pensando que Domenico había cometido un error al atacarlo.—No sé de qué hablas —espetó tragado el nudo que se había formado en su garganta al ver cómo Alessio quitaba el seguro de su pistola.—Derribaron el helicóptero de Domenico sobre el mar —anunció Alessio.—¿Está muerto? —preguntó con un hilo de voz.—¿No te lo dijo el hombre a quién le diste la orden de derribarlo? —cuestionó Alessio, presionando el cañón sobre la piel del hombre a quién había considerado algo más que un socio.—No fui yo —refutó de inmediato, sabiendo que su vida podía terminar en cuestión de segundos si Alessio le disparaba.—Silvano —llamó Alessio.El piloto salió de detrás de los hombres de seguridad del Capo de la Cosa Nostra y enseñó las fotografías que había hecho del momento exacto que el helicóptero de la familia Di Monti se elevó en el aire y se dirigió a una distancia prudente has
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Capítulo treinta y siete. Hermanos
Hermanos Ajeno a todo lo que en Italia sucedía con su familia, Paolo miró el cuadro familiar en la sala de la familia Montecarlo, aquella imagen fue la primera que captó su atención y la del chico que era unos años menor que él y que extrañamente se parecían. —¿Quién es él? —preguntó mirando a Paula con curiosidad, aún no podía creer que fuera su tía y no su madre. —Él es Alejandro y ella Leticia —respondió, señalando a los dos niños en el cuadro. —¿Él es tu esposo? —preguntó una vez, refiriéndose a Arturo. —Lo es —respondió ella. Paula no sabía exactamente como decirle a su sobrino que Alejandro era su hermano, sería una revelación delicada, pero no podía mantener oculta la verdad, ellos eran hermanos y debían conocerse. Saber que podían contar el uno con el otro. —¿Dónde están ahora? —Paolo estaba nervioso, pero también tenía mucha curiosidad por conocer a su familia materna, desde que nació estuvo aislado, ni siquiera conocía a su abuelo Alessio, no personalmente porque nadie
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Capítulo treinta y ocho. El diablo también sabe amar
El diablo también sabe amar Un gemido ronco abandonó los labios de Pilar al sentir los labios de Domenico deslizarse por su cuello, ella ni siquiera sabía cómo habían terminado en la habitación y tampoco estaba interesada. De lo único de lo que era consciente era de tener su cálido cuerpo pegado al suyo, saberlo vivo y suyo era sin duda lo mejor.Domenico se olvidó de todo y de todos, en ese momento todo su ser era exclusivamente para Pilar, no quería que nada empañara su amor y su entrega. No cuando sentía en sus huesos el ronroneo de la muerte…Pilar gimió al sentir la rodilla de Domenico abrirse paso entre sus piernas, ella enredó sus dedos en los cabellos cortos de su marido y lo atrajo para profundizar el beso, mientras sus lenguas se enredaban.Pilar sintió el deseo correr por sus venas como lengüetas de fuego, como si la sangre se le convirtiera en lava volcánica y la consumiera en su calor, hasta derretirla por completo.Domenico tomó el cuerpo de Pilar y la hizo enredar sus
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Capítulo treinta y nueve. El hombre que te ha traicionado
El hombre que te ha traicionado Pilar abrió los ojos, sintiéndose ligeramente desorientada, hasta que el recuerdo de lo que hizo con Domenico volvió a su mente, ella sonrió y tanteó el lado de la cama donde esperaba encontrarlo, sin embargo, ese lado de la cama se encontraba vacío y por lo frío que estaba, Domenico debió marcharse hacía mucho tiempo.El corazón de Pilar se estremeció, pero decidió confiar en Domenico, era así como ellos debían funcionar, en ese mundo cruel, llenó de traiciones y muertes, solo podían confiar entre ellos.Pilar se movió y apartó las sábanas de su cuerpo, el cual protestó a la hora que sus pies tocaron frío mármol, estaba dolorida. Deliciosamente dolorida, era una pena que no tuviera a Domenico con ella en esos momentos.Ella suspiró, se dirigió a la ducha para darse un baño e ir a su encuentro, por lo menos es lo que pensaba, pero media hora después de salir de la ducha y ver que él no aparecía, la preocupación se instaló en su pecho hasta casi ahoga
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