MAURICESalí humillado y golpeado por ese infeliz, mi boca sangraba por culpa de ese desgraciado. Esmee es mía, solo mía, esa maldita zorra no será jamás de él, sino mía, mía.—Maldito Ferrer. —Grité golpeando los muebles, los sirvientes se marchaban asustados por mi reacción —El desgraciado siempre se entromete en todos mis planes. ¡¿Cómo diablos se enteró de la casa!? Sabía que no debía confiar en esa estúpida muchacha.Esmee es perfecta, es lo suficientemente bonita para que me engatuse con sus encantos, ella tendrá a mis hijos, y será una esposa perfecta. Pero mía, no de Antonio, no de Andrés Ferrer, mía. Mandé a preparar una diligencia, no había pretendido aceptar lo que me proponía Pierre pero Esmee me llevó a este extremo. Entré a la mugrienta residencia, el olor alcohol y las botellas vacías eran la decoración de esta casa, la señora mayor me guió hasta la sala en donde Pierre reposaba en el sofá. El francés se veía mucho más hinchado, sus ojos rojos y con grandes ojeras, ta
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