Al llegar a Givenchy, un séquito de mujeres se abalanza sobre nosotras, no saben ni donde sentarmos y nos ofrecen todo tipo de bebidas, aceptamos un té verde y nos acomodamos en un suave sillón. Donna y yo nos miramos las caras, con un poco de suspicacia. —El vestido que pidieron ya está listo, solo necesitamos ultimar unos detalles. Sigan, por aquí... La seguimos en silencio, frunciendo el ceño. Me prueban un vestido blanco de escote cuadrado y mangas tres cuartos, adornado con pequeñas perlas y cristales, un velo corto de encaje y todo un juego completo de joyas con diamantes y oro. Cuando vemos la cola del vestido quedamos con la boca abierta, nos dicen que mide dieciocho metros de largo. Es el vestido de novia soñado, no tiene comparación con ningún otro, no tiene nada que envidiarle al de una reina o princesa. Es simplemente sobrio, imponente, elegante, sumamente llamativo y sobre todo, costosísimo. Lo que hasta ahora no comprendo, es por qué Jhonson escogió el vestido y mand
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