—Lo lamento —repitió Alejandro, recargado a una puerta que no se abría, por mucho que la tocara, insistiendo a pesar de que quien estaba adentro le había pedido, un par de veces ya, que se marchara—, no me di cuenta de que la estabas pasando mal, pensé que necesitabas tiempo para estar a solas.Emilia, que también estaba recargada a la puerta, solo que por adentro, suspiró. Se había hecho tantas esperanzas de ella viviendo al lado de ese hombre e iniciando su nueva familia, que su corazón había sufrido severos daños al darse cuenta de que la “compañía” prometida por ese hombre no era una realidad.» Emilia, ábreme, por favor. Quiero saber que estás bien y...—Estoy bien —respondió la joven, que no quería escuchar nada más de ese hombre, por eso lo interrumpió—. Estoy bien, así que vete.—Emilia, por favor —suplicó Alejandro, que no podía creerle que estaba bien, no sin verla, al menos...—Alejandro, estoy cansada y no quiero discutir contigo —declaró la castaña, recargando su cabeza en
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