El corazón del guardaespaldas: 31. ¿Es verdad que tú...?
Realmente se negaba a pensar en lo que había sucedido, en lo tarde que pudo haber llegado, pero ella estaba casi desnuda. Tenía la prenda de arriba rasgada y sus pantaloncitos de pijama apenas y cubrían sus muslos. Marcas manchaban su cuerpo, muchas de ellas, brazos y pómulos; su labio inferior se había llevado la peor parte porque sangraba y su nariz tenía restos de ello.— Ara… — musitó con dolor, impotencia contenida. Tomó la barbilla de ese ser de luz esperando que lo mirara, pero sus pupilas estaban perdidas, casi lejanas — Ara, mi amor, estoy aquí, soy yo, Leo, ¿me escuchas? — suplicó saber, pegándola a su cuerpo que, incluso de una forma delicada, ella se quejó de dolor.Mierd4.Estaba de verdad lastimada.Convirtió las manos en dos puños y apretó los dientes para contenerse de gritar, de… matar. Después negó, ella no lo necesitaba descontrolado en ese momento, así que con cuidado la ayudó a incorporarse y volvió a tomar sus mejillas.— Ara, ¿ese hijo de puta te…? — el pavor qu
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