En la acera frente al edificio de Matt, esperé a Julián. Cuando llegó, estacionó su coche y sin hablarme, me abrió la puerta. Durante un instante, lo miré con muchas cosas en la punta de la lengua, a la vez que me preguntaba sí yo de verdad estaba enamorada de él. Aunque, finalmente, entré al coche sin decir nada, y durante un rato el condujo también en silencio. Hasta que algunos minutos después, dejó la carretera y se orilló en una parte desolada. Cuando apagó el motor, apoyó la cabeza en el asiento y ladeó la cabeza para poder mirarme. Yo hice lo mismo. Él ya no se veía ebrio, y yo ya no estaba llorando. —Perdóname —fue lo primero que dijo—. No debí decirte todo de esa forma, en un arranque de ira. Esbocé una leve sonrisa, aunque no de felicidad. —No importa. Fue bueno para mí saberlo. ¿Eso era verdad? Incluso él no lo creyó. —Lo siento mucho, Elaine —repitió. Volteé la mirada al frente para no tener que ver su expresión arrepentida y apenada. —Está bien. Ya... y
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