Alana. FRACTURA. Nos hicieron pasar a una mesa larga, elaborada y diseñada para esta ocasión, y en cuanto me puse de pie, esperé saber dónde se iba a sentar el príncipe, para colocarme lo más lejos de él. Sabía que tenía un pensamiento absurdo, que mi mente estaba en otra lógica, y que era una tonta por revelarme ante el plan. Pero era como si la sangre en mis venas se hubiera convertido en celos líquidos. Noté como el príncipe caminó para sentarse en la punta de la mesa, y no fue difícil caminar despacio hacia el lugar, haciéndome la despistada, y sabiendo al mismo tiempo, que, si demoraba, me dejarían de última en la mesa. Como lo quería ahora. Sin embargo, a pesar de las distancias, en cuanto me senté en el extremo de la mesa larga, comprobé que ahora estábamos frente a frente. Vi cómo él gesticuló una sonrisa para mí cuando me observó, pero yo solo le di un asentimiento, y retiré la mirada. El desayuno se sirvió, pero me fue imposible escuchar de que se hablaba de la mitad
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