Las caricias se vuelven cada vez más ansiosas y Franco siente que su piel arde, no de esa forma agradable que siempre lo embargaba cuando estaba con Nora, esta vez es incluso dolorosa, febril, enferma. Rompe la camisa de Elisa descubriendo su torso y sus manos se aferran a sus pechos mientras muerde y succiona su cuello. Elisa enreda sus piernas alrededor de la cintura de Franco, atrapándolo contra sus caderas, ansiosa porque el brebaje que le preparó dure lo suficiente. El cuerpo de Franco se restriega contra el de ella, haciéndola liberar gemidos placenteros mientras enreda sus dedos en el cabello castaño del mafioso. Franco se consume en deseo, pero una punzada de culpabilidad atormenta su corazón, sabe que no debería de estar sobre Elisa como si fuera un animal buscando aparearse. Se aleja abruptamente, dejándola desconcertada por su rechazo y se aferra con ambas manos al tocador, apretando los die
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