Antes de volver a la habitación de Asad, Rashad pasó a ver como se sentía Salma, ese día era el último de quimioterapia antes de realizar el trasplante al día siguiente. La enfermera le dijo que no había sido un buen día para la niña, había vomitado en dos oportunidades y las náuseas no la dejaban comer, sin embargo, al verlo una sonrisa cansada se asomó a su cara.—Hola, princesa Salma, ¿cómo ha estado tu día? —dijo Rashad.—Hola, Rashad, hoy me siento malita, tengo hambre, pero las náuseas no me dejan comer —respondió la niña haciendo un puchero que le partió el corazón.—Sabes que si comes se te pasarán un poco, pero debes esforzarte. ¿Por qué no tomas tu sopa? O quizás un poco de jugo y verás que te sentirás un mejor, ¿quieres que te ayude a comer? —preguntó el hombre.—Está bien, Rashad, cuéntame una historia de jeques mientras me ayudas —respondió Salma.Rashad tomó la sopa de la mesa y le acercó una cucharada a la boca, y comenzó a narrarle un cuento de las mil y una noche, se
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