No podía más. Dejó el ordenador sobre el sofá y se levantó para ponerse a dar vueltas como un animal enjaulado mientras se frotaba las manos. En ese momento sonó su móvil y la joven corrió a mirar quién era, porque, si se trataba de Sergio, no pensaba responder. Pero no era él, sino Celia. ¡Qué inoportuna! Se sentía incapaz de hablar con nadie, y menos con ella, así que dejó que el teléfono sonara. Luego lo desconectó, para no sufrir más interrupciones, y continuó.De pronto Marga desapareció. Me quedé muy aliviado, porque así podría buscar a Carla con más tranquilidad, aunque sin olvidarme de las bellezas que por allí pululaban, la mayoría muy colocadas, con las que era fácil juguetear. En una de éstas, cuando estaba a punto de echar un polvo con una morena gordita cuyas carnes eran pura concupiscencia, me llamó Lucas. Yo me cabreé, porque me había cortado el rollo con mi Venus entradita en carnes, pero él insistió en que lo siguiera. Carla y Marga me tenían preparada una sorpresa, d
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