Un airecito caliente la despertó, pero estaba tan a gusto… El calor de otro cuerpo junto al de ella, el roce de otra piel contra la suya… ¡Qué sensación tan deliciosa! Se sentía calentita y protegida. No quería abrir los ojos, pero al final los abrió, renuente. Sergio la estaba mirando, divertido, notaba su aliento sobre el cuello.Se dieron un dulce beso, largo, tierno, tranquilo, de esos besos que se disfrutan con alevosía.—Buenos días —dijo Laura, perezosa, apartando su boca de la de él.—¿Buenos días? Pero ¿qué estás diciendo? Mira el reloj: son las diez de la noche.—Nos hemos dormido.—No, tú has dormido la mona un ratito. Yo, que soy un perfecto hombrecito de su casa, he preparado la cena mientras roncabas.—Yo no ronco.—Ya lo creo que sí, pero da igual. Posees otras virtudes que compensan con generosidad ese defecto —sacó la mano de entre el revoltijo de sábanas con que se cubrían y le acarició un mechón de pelo que le caía sobre la cara—. ¿Tienes hambre? He preparado unos d
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