El gitano la esperó con paciencia pero aun cauteloso a su alrededor, con la mirada recorría las calles penumbrosas de París, ningún detalle se le escapa, él era astuto. De pronto la escuchó acercarse y su corazón se tranquilizó un poco. —Anda, vamos. Realmente quiero llegar a casa. Adasius la siguió en silencio,la veía mezclarse en la noche como si fuese parte de ella, en el último callejón ambos se adentraron. La música era inconfundible,el zapateo en la madera era estridente y las cuerdas de la guitarra imponía el ritmo de una melodiosa voz. Tenían fiesta de nuevo, pero no se sentía con ánimos para pertenecer a ella. —Pero si ha llegado la reina del lugar—Melchor le tomó la mano, jalandola hasta él y comenzó a bailar. Julianna no quería, pero jamas despreciaría un baile con Melchor. —Hermosa musa que inspira a cualquiera, tus ojos brujos hacen burbujear el pecho del que los mira, amazona, diosa, y plebeya, sos todo lo que deseas mi niña. El viejo Melchor ya estaba borracho, ni s
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