Debajo de esa apariencia inocente, la fría aversión con la que ella siempre lo había tratado, y el a ella, había una gata salvaje, una mujer impulsada por la locura y el deseo. Levanto las manos, agarrando su cabello, tirando de su cabeza hacia abajo al mismo tiempo que la levantaba, besándola con fuerza, sus labios casi castigando los de ella, y luego se incorporó por completo, impulsándose hacia ella, apretando su cuerpo contra el suyo, besándola, su lengua en duelo con la de ella antes de caer sobre sus pechos, mordiendo un pezón primero antes de pasar al otro, sus dedos levantándolo y moviéndolo, rodándolo entre su índice y pulgar mientras su polla se hundía en ella una y otra vez. Ella gemía en su regazo, con la cabeza echada hacia atrás, los ojos mirando al cielo y dejando al descubierto su hermoso cuello. Su mirada la persiguió de lado, hacia donde ella había hecho que su carne mostrara un circulo rosa pálido, y una oleada de poder y deseo lo atravesó. ―Por favor ― gimió ella
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