30. Monstruo
GiaNos cruzamos en el pasillo, pero Stella Leone no fue capaz de verme, y no porque me hubiesen faltado ganas de mostrarme ante ella, sino porque habría sido demasiado contraproducente.Salté dentro del auto creyendo que me quedaría sin aire, que esa entereza de la que había gozado hace una hora en el departamento de Carlo finalmente se vendría abajo como un castillo de naipes.—Gia… —murmuró Greco, buscando mis ojos a través del espejo retrovisor—. ¿Estás bien?No, no lo estaba, y es que una parte de mí, esa que luchaba por mantenerse fuerte ante las adversidades que nos procuraban, amenazaba con romperse en cualquier instante. No importaba el escenario.—Si —respondí, no esperando que mi lenguaje corporal reflejase todo lo contrario.—Gia, la mafia es algo que va más allá de alianzas e intereses, ¿lo sabes…verdad? —me recordó—. Y cuando se ostenta de un poder tan grande como el peso de un cargo superior sobre tus hombres, debes asumir las responsabilidades sin importar lo demás.—
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