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Todos los capítulos de LA OBSESIÓN DEL EMPERADOR: Capítulo 11 - Capítulo 20
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CAPÍTULO 11
La primera reina de Cenzalino salió muy temprano del palacio, pues necesitaba que todo estuviera listo para recibir a quienes hubieran respondido a su llamado.Ya que la propuesta había nacido de ella, parecía ser ella quien tenía una mejor visión de lo que quería hacer con ese proyecto y fue a quien se le asignó el dirigirlo. Samia no refutó, estaba emocionada de poder llevarlo a cabo, así que, por eso y otras cosas que ocupaban su mente, no había dormido mucho la noche anterior.Recién abrían los negocios locales de la capital y la reina ingresó a hacer algunas solicitudes, luego se encontró con el herrero real, que se había jubilado tiempo atrás dejando a su hijo mayor a cargo de su taller, y que se había ofrecido a apoyarla con la idea que tenía, pues, aunque le dolía un poco que su trabajo de tantos años fuera eliminado, le sabía mucho peor que estuviera descartado y malográndose en una bodega.Visitaron el espacio donde se iba a montar la enorme herrería y una de las dos asisten
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CAPÍTULO 12
Llegaron a Paltero a media tarde, y los caballeros que los acompañaron parecían estarse sacudiendo un poco antes de volver a subirse a esos incomodísimos carruajes que habían conducido por un par de días.—¿Volverán ahora mismo? —preguntó Petes, ese herrero que, de alguna manera, tal vez por ser el mayor de todos, había terminado como un tipo de líder designado por todos.—Ese es el plan —respondió Axulex, que había sido encargado de dirigir a los caballeros que regresarían lo herreros a Paltero.Si ellos salían justo en ese momento, ya sin carga, alcanzarían a llegar a algún poblado pequeño donde pudieran dormir algunas horas antes de reiniciar su camino, y seguro llegarían a la capital el día siguiente ya muy entrada la noche.—Disculpe si sueno imprudente —dijo Petes—, pero nos gustaría saber sí, en caso de que nosotros paguemos su posada por una noche, la cena y el desayuno, ¿podrían regresar hasta mañana luego del amanecer? De esa manera podríamos irnos algunos con ustedes.Axule
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CAPÍTULO 13
Samia recibió el sobre que le entregaban con mucha emoción, pues la dirección del remitente, que había sido anunciada, era la de la persona que más extrañaba de Lutenia, un hombre a quién ella le había escrito recientemente y, considerando el tiempo de respuesta, había dado una respuesta inmediata.Abrió la carta recibida y leyó una respuesta a su petición que le complació demasiado. Su tío Saulo decía que la esperaba con los brazos abiertos, y que se encontraba en la mejor disposición para hacer negocios con el palacio imperial.A pesar del escándalo que había sido el incendio del más grande almacén de la capital, nadie se había enterado de los problemas que aquejaban al palacio, pues los más altos mandos del lugar habían sabido controlar la situación y, para el resto del imperio, aparentemente, los daños sufridos no serían suficientes para afectar su futuro.Esa teoría estaba apoyada por la creación de la nueva fábrica en la capital, que era un proyecto tan llamativo que se había co
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CAPÍTULO 14
—¿A tal punto te odian? —preguntó el hombre, que recién escuchaba de su sobrina que lo ocurrido en la capital no había sido un penoso accidente, sino una ligera rebelión contra ella—. Me sorprende un poco cuán idiotas pueden llegar a ser algunas personas.Samia asintió. Lo ocurrido había sido una total idiotez, una que había terminado mal para los dos idiotas que provocaron lo ocurrido.—Las cosas se pusieron complicadas, y ahora andamos corriendo por todos lados para intentar minimizar daños tanto como sea posible —explicó la joven de cabello oscuro.—A mí me alegra muchísimo que corrieras en mi dirección —aseguró el de ojos azules, sonriendo a una joven que le sonreía también.—Vamos a necesitar víveres por un tiempo, así que eres nuestra salvación —informó Samia y el conde Dunant supo bien de qué iba el negocio que la otra le estaba proponiendo.—Bien —concedió el conde—. Yo proporciono alimentos por ese tiempo, pero, ¿qué ganaré yo?Samia se puso en pie y caminó hasta una especie
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CAPÍTULO 15
—¿No saben hacer otra cosa más que quejarse? —preguntó Samia algo cansada de lo mismo, y tanto Tarina como Corono sonrieron.Ambos estaban apoyándole con el nuevo proyecto que se estaba implementando, pues Risa seguía atareada con la nueva herrería, que comenzaba a recibir y despachar pedidos ahora que se había comenzando la producción en masa de algunos artículos.Entonces, sin saber de dónde, los nobles habían obtenido la información de los planes de trabajo de la nueva reina, unos que no les parecieron para nada adecuados, según todas esas absurdas cartas de reclamo que había estado recibiendo.» Al parecer les preocupa el olor a granja —informó la azabache, rodando los ojos y dejando caer la última carta leída en el escritorio—. Como si las caballerizas en sus propiedades olieran a rosas.Corono no pudo evitar reír, aunque era impropio de su educación y cargo, por eso su rostro se coloreó de carmín, pero su vergüenza se desvaneció cuando la reina le miró sonriendo también.Ya no p
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CAPÍTULO 16
Dorothea se tiró sobre el emperador al querer salvar a su niña, esa joven que adoraba y que, debido a la fuerza con que el hombre le estaba sosteniendo de la ropa, parecía no poder respirar con normalidad.Y es que Samia no podía hacerlo, no era solo que el cuello de su vestido le estaba estrangulando con fuerza, sino que la expresión de furia de ese hombre le tenía congelada hasta la respiración.Leone II, colérico por las nuevas obtenidas, y aún más furioso porque esa mujer mayor se atreviera a tocarlo, empujó con fuerza a su esposa contra el colchón, quien se sofocó un poco tras el golpe seco en las malas condiciones en que se encontraba.El emperador terminó girándose para enfrentar a esa mujer que se atrevió a desafiar su autoridad por ayudar a quien no merecía ser ayudada, y también la empujó con fuerza, provocando que ella cayera al piso.—¡¿Qué le diste para que no se embarazara?! —gritó Leone, furibundo, apuntando a la mujer con esa espada que siempre cargaba en la cintura y
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CAPÍTULO 17
Las órdenes que Corono recibió fueron elegir, de entre las sirvientes ya existentes, una nueva dama que le fuera leal a él, en lugar de a la reina, pero que jamás la lastimara; también debía cancelar todas las ventanas de la habitación de la reina; y debía mantenerla vigilada veinticuatro siete; además de que dicha habitación debía prescindir de cualquier objeto que pudiera dañar a la reina.Samia fue encarcelada en una habitación a la que solo entraba esa dama, que no podía hablar con ella, para ayudarla a bañarse y para entregarle los alimentos; entonces, noche tras noche, recibió al emperador, a quien ella no le hablaba, pues no solo estaba aterrada de él, sino que también estaba molesta y dolida.Además, de que se encontraba en shock por todo lo ocurrido y por haber pasado días enferma y sobre esforzándose a causa del emperador buscando procrear a su heredero.En un inicio, Samia lloraba día y noche, lamentándose por la mujer que había perdido la vida por ayudarle con su planifica
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CAPÍTULO 18
De pie ante un enorme portón, que no debería atravesar en ese justo momento, el castaño de ojos miel se secó el sudor de las palmas de sus manos tallándolas contra su ropa, entonces resopló y abrió las enormes puertas que no debían ser abiertas casi nunca, mucho menos en ese horario.Era media noche y, antes de volver a su casa, luego de un día de mucho trabajo, Corono Elliot presenció los indicios de un nuevo ataque enemigo. Eso era algo que provocaría que el emperador liderara a la orden de caballeros que protegían el palacio, y que ocuparía mucho personal, así que era su gran oportunidad.El palacio tenía ya dos meses bajo ataques continuos, ataques de todo tipo que iban desde personal intentando hacer daño al emperador hasta grupos armados que atacaban el palacio con la intensión de destronar a ese tirano que no se ocupaba de las necesidades de su reino, pero nada había funcionado aún.Corono, en lugar de volver a su puesto para secundar la defensa de su señor, decidió tomar la op
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CAPÍTULO 19
—¿Podría ayudarme, por favor? —pidió un hombre tocando una puerta con desesperación—. Somos viajeros, pero mi hija está por dar a luz. Necesitamos ayuda.Era más de media noche, y abrir la puerta a viajeros era, sin duda alguna, la peor idea que alguien podría tener. Pero la desesperación de ese hombre parecía ser real, así que la mujer dentro de la casa suplicó a su marido que hiciera algo por ellos.—Si sigue la calle derecho y cuatro cuadras después gira a la izquierda podrá encontrar la botica médica, el médico vive ahí mismo —dijo una voz gruesa desde detrás de una puerta cerrada y el que escuchó la noticia respiró un poco aliviado.Petes agradeció la ayuda y volvió al carruaje para atravesar medio pueblo y dar con lo que necesitaba.Samia, dentro del carruaje, soportaba tal dolor que incluso vomitó un par de ocasiones; aunque eso bien podría haber sido porque el movimiento del carruaje que, en cuanto inició su labor de parto, horas atrás, comenzó a moverse mucho más rápido.El m
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CAPÍTULO 20
—Creo que lo más sensato es que salgas del territorio de Cenzalino —propuso Saulo y Samia le miró contrariada y algo asustada.Ser aceptada por otro reino era difícil, viajar de un imperio a otro debía serlo aún más. Sin embargo, tal como su tío había dicho, sería improbable que alguien pensara que había dejado el imperio, así que no era una mala opción.» He estado haciendo negocios con Atrumb —informó el hombre y la joven sintió un hueco en su estómago abriéndose.Eso era un delito que podría ser considerado traición, y justo por eso era que el hombre lo había estado haciendo a escondidas, aprovechando que parte de su enorme territorio colindaba con el mar y no debía dar explicaciones a nadie de su barco personal yendo y viniendo por las aguas imperiales.Entre Atrumb y Cenzalino había una isla que se regía por su propia ley, y que era tan irrelevante y peligrosa que ninguno de los imperios había buscado dominarla.Esa isla era un buen puente para lo ilegal, que era gobernada por pi
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