Los tersos pétalos de rosa yacían esparcidos por doquier, incluso en el rostro de Adara quien se encontraba abrazada al imponente cuerpo de Eizan, la noche había terminado su jornada, dando paso al amanecer. La pelirroja contempló como la noche cedía ante el día, tuvo la idea de montarse a horcajadas sobre Eizan, quería atesorar en su memoria cada uno de los recuerdos de esa noche, amarlo sin límites ni restricciones… Aunque en el futuro incierto le rompiera el alma, trayendo del tipo de dolor que cala hasta las entrañas, del cual no existe fármaco que cure ese tipo de males. Ella era consciente de que ese hombre en su vida era como hierro caliente contra su piel, el poder que ella misma le había cedido sería letal. Pero prefería engañarse algunas veces y creer que tal vez ese era su felices para siempre de los cuentos.Ya una vez Alexander le había destrozado hasta los cimientos, cuando estaba reedificandse así misma, llegó él, nuevas promesas, otros labios, una mirada que no había d
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