Marcos caminaba con la mente en otra parte. Ese beso que le había dado a Samantha, no entraba en los planes. Pero un genio primario invadió sus sentidos cuando vio la sangre que esa mujer le había hecho con las uñas y la sonrisa descarada que le había dado. Era cierto, que ese abuso estaba justificado. En ese momento, como nunca antes, entendió lo que sintió Benjamín cuando se había lanzado por Alejandra en el aeropuerto. Si ambas hermanas compartían además del color del cabello, las curvas del cuerpo, ellos estaban perdidos, pues sus manos no podrían evitar tocarlas. Cuando la había besado, con grandes ganas de castigarla no esperaba que ese cuerpo se amoldara al suyo como si perteneciera a ese lugar. El beso había cambiado porque él no era ningún abusón. Pero no pudo evitar pellizcar esos labios tan apetitosos. No había mentido en lo que había dicho. Le devolvería todo lo que le diera. Y lo haría con creces. Sobre todo ahora que le había encantado lo que había probado. No estaba
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