–¡Dios mío! ¡Lo lamento tanto, Aleks! –me disculpe mil veces cuando subimos a su auto. –No tienes que disculparte, Margareth. Encendió el auto y comenzó a conducir.–No sé cómo apareció en este restaurante, Sean es demasiado delicado respecto a la comida, siempre va a lugares más sofisticados, nunca estaría en un lugar así, lo lamento mucho, de verdad. –Lo conoces bien. –Quisiera que no, pero estuvimos casados. Miré a la ventana avergonzada, esperaba a que me llevará a casa y olvidar todo esto.–¿Tienes algo que hacer ahora? –dudó. –No lo creo. –Aún es temprano y me gustaría llevarte a un lugar. Acepté su propuesta, se desvió por un camino en la carretera, no conocía muy bien el lugar, pero las luces cada vez comenzaban a disminuir, nos estábamos alejando de la ciudad, los árboles comenzaron a verse y de pronto solo las luces del auto, era extraño como no sentía miedo, de alguna forma estaba confiando en Aleks, después de unos minutos logré ver las luces de un edificio, Aleks
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