Apenas escuchaba la conversación que mantenían Cristian e Isabel. Y muy apenas podía probar bocado. Mi hermana había vuelto, y aparentemente lo había hecho solo para deshacerse de un secreto que, al parecer, no había ardido con el departamento. Me llevé el vaso de soda a los labios y le di un sorbo, tratando de rememorar mi visita a casa, tratando de ver todo de nuevo. Pero no tuve éxito, pues no recordaba haberme topado con nada extraordinario. —Livy, ¿estás bien? Pareces preocupada. Miré a Isabel, tenía el ceño ligeramente fruncido, igual que su hermano. —Sí, estoy bien —me esforcé en sonreírles a ambos—. Solo me siento algo agotada, lo siento, creo que ya me voy. Dejé el vaso y me puse en pie, Cristian hizo lo mismo. Su hermana le dirigió una mirada interrogante. —Te acompañaré, ya está anocheciendo —dijo él, antes de que yo pudiera decir nada. Nuevamente, no tenía una excusa válida para oponerme a su compañía, así que asentí. —¿Segura, Livy? —inquirió Isabel, arqueando una
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