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Todos los capítulos de DESTINOS ENCONTRADOS. : Capítulo 41 - Capítulo 50
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Capítulo treinta y nueve.
—¿Sam?¿Me estás escuchando?—la voz de Max que parece lejana hace que levante la cabeza del móvil entre mis manos.No se cuanto tiempo pasé así y espero que no haya sido mucho para poder disimular, aunque los dos océanos que me estudian con preocupación me confirman que ha sido bastante. Abro la boca para decir algo, pero las palabras apenas salen. Se me traban en la garganta. No consigo pensar con claridad y tengo que cerrar los ojos fugazmente para controlar los nervios que provocan que mis manos empiecen a sudar.Es entonces cuando encuentro fuerza de algún lado remoto para responderle.—S-Si—digo, mi voz sale débil y entrecortada. Respiro hondo—Es Chiara. No se siente muy bien y me ha pedido que vaya con ella.Max frunce el ceño ligeramente. Mi pulso se acelera aún más cuando no responde y comienzo a pensar que tal vez se ha dado cuenta de que le estoy mintiendo, pero eso queda descartado cuando asiente entonces.—Déjame que le diga a Carl que te alcance—propone al final.No digo
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Capítulo cuarenta.
Algo pesado en mi cintura es lo que me despierta la mañana siguiente.Frunzo el ceño sin abrir los ojos todavía e intento desplazarme mejor en el colchón, pero de nuevo eso me lo impide. Doy un gran bostezo mientras parpadeo con pesadez. La tela de mis pantalones al rozar las sábanas me hace acordar que dormí con ropa, me reniego mentalmente por ello.Tomo una respiración onda mientras me doy vuelta lentamente, para encontrarme a un grandote rubio durmiendo al lado. Apenas se percata de mis movimientos pero su brazo se mantiene firme en mi cadera como temiendo que quiera irme en algún momento.Eso me hace sonreír con los labios cerrados.Tomo el móvil a las tantas con una de las manos y me fijo la hora. Todavía es temprano, aunque me resuelta curioso que él no esté despierto para ir a trabajar ya. ¿Debería levantarlo...? Dudo mientras con la yema de los dedos recorro su mejilla y barbilla, donde habita la barba ya incipiente. Sin embargo, no le queda mal. Nunca fui amante de ellas, pe
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Capítulo cuarenta y uno.
—¿Que carajos fue eso?Levanto lentamente la cabeza para encontrarme con la mirada confusa y asustada de la castaña. No deja de mirarme, intentando encontrar una respuesta que todavía no le otorgo.Mi respiración es pesada, no me he levantado del suelo aún. Mi cuerpo se ha quedado estático, paralizado, igual que todo dentro de mi. Me tiemblan las manos y el frío que ha empezado a hacer, me avisa que ya está llegando la madrugada. Y que somos las únicas paradas ahí en la calle.—Debemos irnos—habla Chiara.Ella se acerca a paso decidido donde estoy, apoya sus manos bajo mis axilas y tira de mi para ayudarme a levantar. Se la dejo fácil. Ni siquiera reprocho.—Vayamos al departamento—ofrece Jess, mientras toma mi bolso del suelo y ayuda a Chiara a ponerme de pie. Su voz es débil y traga saliva, intentando parecer segura—Loan tiene un botiquín de primeros auxilios, debemos ponerle en la rodilla...—No—suelto casi como un aullido. Ambas me miran sorprendidas por mi actitud. El cuerpo me m
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Capítulo cuarenta y dos.
La semana pasa en un abrir y cerrar de ojos.Después de la vuelta de Chiara a casa, todo ha estado demasiado tranquilo. El drama parece haberse esparcido y abandonado por un rato la vida de nosotros. No puedo no admitir que aún siento ese vació en el pecho cuando entro en el nuevo departamento donde estoy quedando y no la encuentro, haciéndome saber que no la veré hasta no sé cuando. Solo espero poder hacerlo rápido.Sin embargo, hacemos videollamadas por las noches donde me muestra a la nona aunque está parece todavía no entender que no soy un robot detrás de la pantalla. Eso me hace reír y olvidar todo por un rato.Le cuento también sobre mis días. Sobre los chicos, sobre Jess, quién ahora se ha venido a vivir al departamento de Loan y por fin ha puesto punto final a la situación tensa con su padre. Se la ve más feliz.Me pregunta por Max y le digo que casi todas las noches he ido a escabullirme entre sus sábanas. No digo en voz alta que ahí en esa cama pasan muchas cosas, cosas que
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Capítulo cuarenta y tres.
El corazón me bombea contra el pecho.Me tiemblan las piernas y me he quedado nula. ¿Habré escuchado bien? No. Tiene que ser una bendita broma. Esto no debería de estar sucediendo, yo no debería... Tiene que ser un maldito sueño.Una corriente helada que me cruza por la baja espalda me hace saber que esto no es una alucinación mía. Que esto que acabo de oír es cierto.Totalmente verídico.Joder...Tengo que salir de aquí.Pero cuando eso intento, mis pies, que parecen no recibir la orden correctamente de mi cabeza, se trastabillan contra unas cajas que nunca se han movido de ese sitio. Y ahora mismo no parezco darme cuenta de que seguían ahí. Me sostengo contra la pared antes de caer de bruces al suelo. Tengo la mirada puesta en la cerámica y quiero que alguien me entierre en este instante.Hay silencio después del ruido que hago. Dura poco hasta que escucho unos pasos lentos. Unos tacones, a decir verdad. Cierro los ojos con fuerza y me enderezo.No termino de hacerlo que siento unas
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Capítulo cuarenta y cuatro.
Cuando bajo a la recepción y salgo a la calle, noto que Carl no está parado esperando por mi llegada ni la camioneta que usan habitualmente para transportarse. Sino que ahora una figura imponente y atractiva, la misma que provoca que tenga que tomar una respiración honda, está parada delante de un coche negro que conozco bien. Es el mismo que usó aquella noche de bar para traerme a casa.Su mirada se encuentra con la mía. La veo brillar. Le doy una sonrisa ladina mientras me acerco.—Hola, Ken—digo con burles. Él sonríe y rueda los ojos.Antes de responder, sus ojos miran con descaro mi atuendo. Mi cuerpo. Y siento que tiemblo algo nerviosa. Recorre lentamente toda mi figura, deteniéndose unos minutos en mis piernas descubiertas. Se moja los labios en un acto inconsciente y yo tengo que tragar saliva.Sus faroles azules se vuelven hacía arriba. Están dilatados y llameantes.—Te ves...—¿Me queda mal?—aproximo a decir, aunque mi voz sale entrecortada.Siento que hace calor aquí. Demasi
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Capítulo cuarenta y cinco.
—Dios... Es hermoso.Le sonrío a la castaña mientras ella no deja de admirar el anillo que ahora ocupa su dedo. Ve embelesada los pequeños diamantes que brillan a medida que lo va moviendo. No ha dejado de tener esa mirada vidriosa desde que aceptó.—Me alegro mucho por ustedes. Se lo merecen—le digo suavemente, tomando un sorbo de mi copa nueva de vino.Ella entonces me mira directamente. Suelta una pequeña sonrisa culposa.—Lo siento, estoy quedando como una maldita egocéntrica—se aproxima a decir. Le doy una mala mirada y ella respira hondo, rebosando de felicidad—Todo esto es hermoso. No puedo creerlo. ¿Tú estabas al tanto?Asiento, dando una mirada breve a la gente que ahora está afuera en el jardín. Muchos se han sentado. Falta poco para la cena.—Loan solamente me pidió que lo ayudara con el anillo. Lo de esta noche fue entre Max y él.—Escogieron bien—admite—Ha sido casi un milagro que viniera.No necesito intentar entender, porque sé que está hablando de su padre. Ambas lo mi
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Capítulo cuarenta y seis.
Las puertas del ascensor se abren ante mi, dejando a la vista el salón a penumbras.Avanzo lentamente por él esperando ver alguna señal de alguien despierto. Ya es casi medianoche y la fiesta de compromiso de Loan y Jess terminó hace un buen rato.Veo su saco estirado encima del sofá. No hace mucho llegó. Giro a la esquina para entrar a la sala de estar y me llevo una sorpresa cuando veo a Liv parada en la cocina, sirviendo algo en una taza.Da un respingo al verme. —¡Cariño! Santo cielo, me has dado un susto de muerte—admite, dejando la tetera a un lado y llevando una mano a su pecho. Luego me sonríe y se acerca a donde estoy, rodeando la barra—Max no me dijo nada que venías...—Lo siento. No sabía que estabas despierta aún—le explico con cierto grado de culpabilidad. Ella hace una seña con su mano de que no es nada. Agrego:—No. No iba a venir... Pero necesito hablar con él. ¿Está aquí?Parece captar la urgencia en mi voz, así que niega con la cabeza.—Está en la piscina de natació
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Capítulo cuarenta y siete.
—Es suficiente—determina Eric mientras enciende de nuevo el motor del auto.Lo miro y frunzo el ceño.—¿A donde crees que vas? No acordamos esto.—No. Acordamos que vendría a mostrarte y es suficiente.—¿Y qué se supone que haré con esta especie de tour? Ni siquiera he visto a nadie. ¡Es un maldito galpón vació!—exclamo. Me doy la vuelta en el asiento de copiloto para tomar la manija de la puerta pero su mano es más rápida y le pone seguro. Le regalo una mirada rabiosa—¡Eric!Ni siquiera me mira cuando arranca.—Estás actuando como una cría, Samantha. Y a mi no me gustan los críos, así que por ende, no les tengo paciencia. Deberías empezar a entender eso—dice con cierto tono de desagrado— Estar aquí es peligroso.Respiro hondo. Sacudo la cabeza en negativa.—¿Entonces porqué me trajiste?—Porque, de lo contrario, serías un maldito grano en el trasero. ¿Querías ver? Pues aquí tienes. No es un centro comercial esto. No puedes quedarte el tiempo que necesites, como haces cuando compras r
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Capítulo cuarenta y ocho.
Miles de lagrimas inundan mi rostro.Y no las puedo frenar. Es como si por fin pudieron ser liberadas después de tanto tiempo siendo contenidas con toda la fuerza que me fue necesaria. Odio llorar. Lo detesto. Hace que me sienta débil, sensible y... Llorar no entra en las clase de cosas que suelo hacer cuando algo me duele.Pero tal parece que está vez me traicionaron. No las culpo.Porque me duele. Me duele muchísimo.El agujero que todo estos días estuvo ahí, presionándome, ahora parece hundirse. Hundirme. Y me marea. Me deja atontada.Me llevo la mano al pecho de forma instintiva. Me lo quiero arrancar, su presión es dolorosa y no lo soporto. No soporto sentirme así. Duele respirar, así que trago saliva, en busca de que el aire de afuera consiga entrar en mis pulmones y no dejarme al borde de la desesperación.Joder, nunca me había sentido tan así. Nunca me sentí tan traicionada como esta noche.Mi parte racional quiere darme la cabeza contra la pared y hacerme entender que esto s
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