Un cuerpo apareció en su campo de visión, un hombre alto, cabello castaño, una sonrisa ladeada se coló en su rostro, aquella fragancia la reconociera en cualquier lado, ese olor a menta y esa fragancia dulce que lo acompañaba. La voz molesta de Fabio hizo retroceder a Ricardo y al mismo tiempo se sintió furioso, aquel hombre parecía su perrito faldero, siempre salvándola.—¿Qué fue lo que dijiste? — Su tono era ameno y tranquilo, aunque por dentro hervía de rabia, sin duda Ricardo se llevaba el premio a los idiotas—. Hizo mucho más prestarte su tiempo, su cariño y su amor...Ricardo dirigió su puño a la quijada de Fabio, inclinó la cabeza y se llevó los dedos a sus labios, en su boca sentía aquel sabor metálico de la sangre, él no era un hombre violento, sin embargo, no dejaría que aquello se quedara así.Ella odiaba aquello, le hacía recordar a aquel hombre que su madre una vez trajo a casa y la golpeó para luego marcharse. Odiaba toda esa situación. —¡Detente, Fabio!¡Vamos suelta!
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