MARTINAAlgo me dice que me dejé llevar de nuevo, que caí en la misma historia y que esta vez saldré más lastimada, y el problema es que sé que no podré unir los pedazos rotos que Lars dejaría de mí.—La extrañé, señora Zelinda— la anciana me abraza y la recibí gustosa.—Y yo a vosotros, por cierto, Lars se marchó, ¿verdad?—Sí, ¿ocurre algo?—Ocurre que este año no fue a buscarme a la casa de mi hermana y eso me decepcionó.—No sabría decirle, solo sé que se marchó después del desayuno.Ella asintió bajando la mirada y la acompañé hasta el salón, el chofer subió su maleta y ambas tomamos un té.—¿Como lo pasó con su hermana? — pregunté para que cambiara esa cara de disgusto.—Bien, como todos los años, me falta la presencia de mi hijo, y la de mi nieto.Acaricio el dorso de su mano y esta me preguntó—: Estuviste con Lars, ¿no?—Sí, se lo prometí, ¿recuerda?Si ella supiera lo que hicimos, creo que ese disgusto se le esfumaría en cuestión de un segundo.Me analizó en silencio, mi expr
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