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Todos los capítulos de ¿TUYA O MÍA?: Capítulo 31 - Capítulo 40
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CAPÍTULO 31. ¿Lo olvidaste también?
Darío.Se llamaba Darío.Sammy ocultó el rostro entre las manos y sollozó, porque aunque ahora era una mujer fuerte, no podía olvidar el hecho de que se había enamorado de un hombre que le había mentido con lo más básico durante todo el tiempo que habían estado juntos. Se había enamorado de él como una estúpida y ahora estaba sola, de vuelta a una realidad que odiaba, rodeada de gente falsa, sin saber cuál de ellos quería lastimarla.¡Y él no estaba por ningún lado!¿Dónde se había metido?¿De verdad la había abandonado después de decirle que la amaba? ¿Eso también había sido falso? Sammy no lo creía, pero eso no cambiaba el hecho de que no estaba allí, con ella, enfrentando las consecuencias de sus actos.—Necesito que vengas a vivir conmigo, Lory. Al menos por un tiempo —dijo Sammy—. Sé que estoy poniéndote en peligro, pero no puedo confiar en nadie más.—Ni siquiera tienes que pedirlo, no iba a dejar que regresaras sola a esa casa —replicó Lory—. Vamos a descubrir la verdad juntas.
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CAPÍTULO 32. Ella te odia
Veintiocho horas. Exactamente veintiocho horas, las más largas de su vida, habían pasado desde el momento en que a Darío le habían puesto aquellas esposas hasta que escuchó la voz incómoda de un oficial.—¡Rivera! ¡Tienes visita! —le gruñó mientras lo llamaba para que se acercara a la reja. Le puso las esposas de nuevo y lo sacó hasta un pequeño cuarto que debía ser de interrogatorio.Adentro había solo dos personas, y uno tras otro lo abrazaron, primero el Grillo Fisterra y luego Jacob Lieberman.—¿Dónde carajo estabas metido, Diablo? —le gruñó el Grillo.—OK, el cuento corto —suspiró Darío—. Me subí a un avión con la esposa de mi hermano. El avión sufrió un atentado: envenenaron a los pilotos. Nosotros nos salvamos porque yo llevaba mi paracaídas deportivo, pero igual casi no la contamos.—¿Nosotros quienes?—Sammy, la esposa de mi hermano y yo —aclaró Darío—. Tuvimos suerte de caer en las islas Midway, estuvimos allí hasta ahora, que llegó el personal rotativo de la isla y pudimos
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CAPÍTULO 33. Una jaula
Sammy arrugó el ceño cuando el auto en que Ángel y ella iban se detuvo frente a la verja de entrada, y aquella mujer les tocó en el cristal. —Señor Rivera, mi nombre es Alesia Mayers, soy periodista de Los Ángeles Times. Me ha llegado la noticia de su reciente unión con la señorita Reyes y quisiera solicitarle una entrevista, por favor. —La periodista dijo todo aquello de carrerilla, como si estuviera acostumbrada a soltar la mayor cantidad de información posible antes de que la dejaran con la palabra en la boca. Ángel y Sammy se miraron un poco contrariados, porque no habían pasado ni seis horas desde que habían anunciado su matrimonio en la empresa, y ciertamente ninguno esperaba aquello. —Por supuesto —accedió él con voz neutra—. Pase, la estaremos esperando en el jardín. El auto avanzó dentro de la casa y Sammy se bajó, deteniéndose frente a Ángel. —¿Estás seguro de que quieres hacer esto? ¿Dar una entrevista? —preguntó Sammy porque él se notaba visiblemente incómodo. —No se
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CAPÍTULO 34. ¡Maldición, princesa…! ¿qué haces?
Si había algo para lo que el Grillo Fisterra era rápido y efectivo -además de para pelear, claro—, era para organizar una buena jaula. Tenía los mejores contactos a lo largo y ancho del mundo y nadie le decía que no porque al menos hasta el momento, tenía a un peleador excepcional.Bastó que tocara a la puerta de Ethan Walker, para que el magnate de la industria farmacéutica americana / primera cabeza del clan Walker, pusiera a su disposición su mejor club y enviara las invitaciones pertinentes.En veinticuatro horas todo había quedado perfectamente organizado, aunque el Grillo sabía que a Darío no le interesaba nada de aquello. Solo quería pelear, pero si de todas formas iba a destrozarse los puños, mejor que lo hiciera por todo lo alto.Para las doce de la noche, el rooftop del club Kaleo estaba listo y lleno de gente, y el Diablo se paseaba solo en la jaula, reconociéndola.A Ángel Rivera se le heló la sangre cuando vio a su hermano allí, Sammy pudo verlo dibujado en toda su cara.
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CAPÍTULO 35. ¿Tuya o mía?
El silencio era absoluto, no se podía escuchar nada que no fueran los gruñidos sordos del Diablo mientras aquella chiquilla diminuta le apretaba las pelotas, hasta que tras él se escuchó el susurro de Jacob Lieberman mientras le decía:—¡Hazte el muerto!Sammy lo soltó de repente y lo vio clavar una rodilla en el suelo frente a ella, tratando de sobreponerse al dolor.—Espero que estés satisfecho —dijo mirándolo a los ojos—. Te quedó muy bien el teatro, a ti y al otro imbécil —Darío miró tras ella para ver a su hermano de pie en la entrada de la jaula—, pero ya se acabó.—¡Sammy…!Pero Sammy se dio la vuelta y taconeó sin titubear hacia la salida.—¡Sammy!—¡Que tengas suerte, Diablo! —le gritó Sammy alcanzando la puerta y se detuvo frente a Ángel—. Y tú, sal de mi camino antes de que te ofrezca el mismo tratamiento que a tu hermanito.Pasó a su lado y se dirigió a la salida. Los odiaba a los dos. Al Diablo más. Al Diablo mucho más porque Ángel no significaba nada para ella, pero al D
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CAPÍTULO 36. Sin opciones
La madrugada le dio a Ángel Rivera dando vueltas por aquel despacho. Sobraba decir que la actitud de Sammy lo había tomado por sorpresa. ¡Miss Inocencia una mierd@! Era una pequeña fiera y había estado jugando con él desde el primer momento.¡Había estado jugando con él!Ángel no pudo evitar la sonrisa cuando recordó que le había dicho gay, que le había colado una mentira tras otra con aquella carita de niña inocente para acabar poniéndolo en evidencia delante de todo el mundo, lo mismo a él que a su hermano. ¡Era una psicópata! ¡Se había subido a aquella jaula y había agarrado a Darío de las pelotas como la más capaz!Apretó los puños y gruñó. Era demasiado evidente que algo había pasado entre ellos en esa isla, pero Sahamara… ¡Sammy! Sammy lo había dejado claro: ella no era de nadie.«Dijo que las cosas habían terminado entre ellos…», pensó. «Pero también te pidió el divorcio…», lo traicionó su conciencia.Básicamente los había mandado a volar a los dos. Pero él tenía algo que nadie
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CAPÍTULO 37. La sombra de un hombre
Ángel miró aquel documento y luego a Sammy. Tenía la determinación retratada en el rostro como jamás se la había visto a una mujer. Estaba enojada, sí, pero había algo más.—Te reuniste con tu abogado —comprendió.—Así es. Me estuvo explicando algunas cosas que pasé por alto cuando firmamos el contrato matrimonial —dijo Sammy con honestidad.—Te dijo que si nos divorciamos tu parte de la empresa podría quebrar —murmuró él sin atreverse a sonreír.—Así es, aparentemente has estado haciendo un muy buen trabajo —dijo Sammy, sin importarle poner las cartas sobre la mesa.—¿Entonces…? Perdón, no lo entiendo. ¿Sabes que no te puedes divorciar de mí, y aun así me quieres poner condiciones? —preguntó Ángel porque aquello parecía cosa de locos, pero la carcajada de la muchacha resonó en toda la oficina.—No, cariño, no te confundas, de ti me puedo divorciar cuando quiera.—¡Te quedarías sin nada…!—Me quedaría con poco, que es muy diferente. Pero soy perfectamente capaz de vivir con quince o v
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CAPÍTULO 38. Una mujer demasiado derecha
Sammy cerró los ojos por un instante y se miró al espejo. Llevaba un vestido azul marino entallado, de corte lápiz, con un cinturón blanco y unos tacones cerrados del mismo color. Se hizo un moño un poco despeinado para quitarle seriedad al outfit de trabajo y se dirigió a la cocina, donde una de las chicas le entregó un café para llevar que ya tenía preparado.Se dirigió a la empresa y el sonido de su celular la sorprendió mientras subía en el ascensor. Durante un segundo Sammy vio la foto que aparecía en la pantalla, la llamaba su madre, pero ella no tenía ninguna intención de responderle.Sin embargo apenas las puertas se abrieron, una figura muy diferente la estaba esperando.—¿Lista para empezar a trabajar? —le preguntó Ángel y a Sammy le sorprendió verlo esperando por ella—. Porque te advierto que no te lo voy a poner fácil. —Podía parecer una amenaza, pero el tono risueño de su voz desmentía eso—. ¿Vienes?Le ofreció su brazo y Sammy levantó una ceja sospechosa, pero se colgó d
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CAPÍTULO 39. Un tiburón
No era una indirecta. Era una directa, directísima. Al medio del pecho. ¡Sammy se había acostado con Darío!No era nada nada que Ángel no esperara ya, pero escuchárselo decir sin ninguna vergüenza, sin remordimiento era… casi un maldit0 desafío.Y lo peor era que tampoco estaba diciendo ninguna mentira con aquello de que no tenía bien servida a Viviana, después de todo, no tenía ningún interés real en ella, y los cinco minutos de sexo de descarga en la oficina no daban más que para un desahogo rápido.—Con permiso. Recuerden cerrar la puerta detrás de mí —sonrió Sammy haciéndole un guiño a Ángel, y se fue con la certeza de que había dejado un huracán desatado detrás de ella.—¿Cómo puedes permitirle que me hable así? —siseó Viviana y Ángel arrugó el ceño.—No te dijo nada que no fuera verdad —murmuró él sin ninguna emoción en la voz.—¡Me dijo put@! —exclamó ella.—Pues es lo que se le dice a la mujer que encuentras manoseándose con tu marido y encima tiene el descaro de enfrentarte —
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CAPÍTULO 40. ¡Misión cumplida!
Sammy se miró aquel vestido que Ángel había roto de una vez hasta por encima de las rodillas.—¡Maldición, el trajeado engaña! —murmuró Lory impresionada—. Algo debe tener debajo del trajecito cuando te hizo eso. ¿Me lo puedo quedar?Sammy puso los ojos en blanco con una sonrisa.—Puedes, pero te advierto que tiene una asistente posesiva —murmuró Sammy mientras se cambiaba de ropa.—Oye, solo como nota importante, la luz del cuarto del abuelo Martin todavía está encendida —dijo Lory y Sammy bufó con impaciencia.—¿Por qué no me dijiste eso nada más que llegué? —rezongó poniéndose algo informal y saliendo de puntillas.Llevaba días tratando de encontrarse a solas con el abuelo Martin, pero siempre estaba acompañado de alguien, y para su mala suerte parecía que en ese momento tampoco era diferente. Sammy suspiró con frustración, pero estaba a punto de irse cuando escuchó aquel nombre.—Darío, no seas bruto, hijo —decía el abuelo Martin y Sammy pegó la oreja a la puerta. Era una chismosa
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