CAPÍTULO 34. ¡Maldición, princesa…! ¿qué haces?
Si había algo para lo que el Grillo Fisterra era rápido y efectivo -además de para pelear, claro—, era para organizar una buena jaula. Tenía los mejores contactos a lo largo y ancho del mundo y nadie le decía que no porque al menos hasta el momento, tenía a un peleador excepcional.Bastó que tocara a la puerta de Ethan Walker, para que el magnate de la industria farmacéutica americana / primera cabeza del clan Walker, pusiera a su disposición su mejor club y enviara las invitaciones pertinentes.En veinticuatro horas todo había quedado perfectamente organizado, aunque el Grillo sabía que a Darío no le interesaba nada de aquello. Solo quería pelear, pero si de todas formas iba a destrozarse los puños, mejor que lo hiciera por todo lo alto.Para las doce de la noche, el rooftop del club Kaleo estaba listo y lleno de gente, y el Diablo se paseaba solo en la jaula, reconociéndola.A Ángel Rivera se le heló la sangre cuando vio a su hermano allí, Sammy pudo verlo dibujado en toda su cara.
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