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Todos los capítulos de ¿TUYA O MÍA?: Capítulo 21 - Capítulo 30
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CAPÍTULO 21. Una cicatriz derechita
—¡Auch! ¡Eso me dolió! —gruñó Darío. Sammy abrió mucho los ojos y soltó el cuchillo cuando vio la sangre corriendo desde su antebrazo—. ¡Recógelo, no te he dicho que lo puedes soltar! —gruñó él, pero a Sammy le temblaban los labios—. Solo es sangre, Sammy, no se me va a salir una tripa por ahí.—¡Me dijiste que lo habías envuelto bien en cinta…!—Pues atravesó la cinta, no pasa nada —aseguró Darío restándole importancia mientras se envolvía el corte y sonreía—. Míralo por el lado bueno… ¡me cortaste!Sammy gruñó con frustración y negó perdiendo toda la posición de ataque.—¡Odio esto! —exclamó y era la primera vez que se quejaba en semanas, así que Darío no la regañó, solo se acercó a ella, pasó un brazo detrás de su cintura y la atrajo para besarla.—Lo sé, princesa, pero ya hablamos de esto. En cualquier otra circunstancia no te obligaría, pero si tu vida llega a depender de esto, quiero tener la tranquilidad y la confianza de que puedes defenderte sola —le dijo con suavidad.—Habla
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CAPÍTULO 22. Cualquier cosa...
—¡Saaaaaaamyyyyy!En dos segundos Sammy había llegado al borde del agua. Su primer instinto, el básico, era gritar por ayuda, pero sabía que nadie la ayudaría; y el segundo que era echarse al agua para llegar a él, fue ahogado inmediatamente por cada cosa que el Diablo le había enseñado.—¡No puedo con él! —gruñó entre dientes desesperada mientras su corazón se disparaba—. ¡No puedo con él, no puedo con él…! ¡Mierd@! —rugió porque Darío le doblaba el peso y aunque nadara los treinta metros hasta llegar a él, no lograría sacarlo rápido, si era que lograba sacarlo.Lo vio manotear tratando de alcanzar algo a su espalda, y Sammy sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas, pero meterse al mar era inútil; ese otro instinto, menos básico y más inteligente que él había desarrollado en ella, se lo decía.La guía vibró punto a su pie y Sammy echó a correr hacia la camioneta. Sacó el carrete, lo pasó por uno de los tubos gruesos del parachoques y se envolvió el cordel en las dos manos antes
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CAPÍTULO 23. ¡No puede ser tan difícil cambiar un pañal!
—¡Ay Dios! —Fue todo lo que salió de la boca de Sammy cuando lo vio abrir los ojos y tratar de sonreír.Le dio un beso urgente en los labios mientras lo llenaba de lágrimas y él solo pasó un brazo a su alrededor para estrecharla.—¡No me vuelvas a hacer eso! —lloró ella y Darío besó su frente con suavidad.—Te lo prometo.Sammy trató de limpiarse la cara mientras lo miraba bien, como si no pudiera creer que estuviera despierto.—¿Cómo te sientes? —le preguntó.—Me duele. Siento que me dieron una paliza tres rusos de cinco metros… —sonrió—. Pero voy a estar bien, princesa.—¿De verdad? —Sammy hizo un puchero asustado que derritió al Diablo.—Te lo juro —le aseguró con una sonrisa—. Gracias por salvarme la vida.—¡Yo no hice nada, tú me dijiste todo lo que tenía que hacer…! —murmuró ella.—¡Oye… me sacaste del agua! Y no gritaste «auxilio» ni una vez. Estoy muy orgulloso. Ahora yo también tengo una caballerita de brillante armadura.Sammy lo abrazó de nuevo y se quedó así con él un larg
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CAPÍTULO 24. ¡Tú siempre estás en modo "tierno"!
Hacer que Sammy comiera durante los próximos días fue una tarea titánica. Darío sabía que no lo hacía a propósito, ni porque fuera majadera; simplemente el estrés no la dejaba pasar nada y si era honesto, él estaba igual. Más que el propio bebé, le preocupaba que no tenían las mejores condiciones para cuidarlo, porque por más que tuviera la esperanza puesta en el dichoso barco de los científicos, no había ni una sola garantía de que realmente iban a llegar.Por fin, cinco días después, Darío se levantó temprano y se dio cuenta de algo importante.—¡Viva la revolucióoooooon! —gritó y Sammy levantó su cabecita desgreñada del susto.—¿Qué, qué…? ¡Qué revolución ni qué nada, Diablo! —gruñó dejando caer de nuevo la cabeza sobre la almohada, pero él se inclinó sobre ella y susurró en su oído.—Está corriendo la sangre…Sammy se sentó de golpe y miró la mancha roja sobre la sábana.—¡Aaaaaaaahhhhhh! —gritó saltando sobre la cama como si tuviera cinco años— ¡No estamos embarazados!—¡No estam
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CAPÍTULO 25. Su peor pesadilla
—No te muevas, princesa…Sammy estaba hecha un ovillo sobre la mesa de la terraza, medio aturdida entre el cansancio, el sueño y el éxtasis, mientras Darío estaba sentado en una silla frente a ella, mirándola como si fuera de oro y no parara de brillar. Le apartó el cabello de la cara y cuando la vio sonreír el primer pensamiento que le llegó a la cabeza fue: «¡Es una puñetera loca!».Sammy abrió los ojos y lo miró. Se había puesto el pantalón de nuevo y estaba acariciándole el cabello con una mano y una pantorrilla con la otra mientras la tenía frente a él, como un centro de mesa.—¿Ves que siempre estás en modo «tierno»? —murmuró ella y Darío rio.—¿Sabes que vas a estar de reposo una semana, verdad?Sammy levantó una ceja sospechosa.—Uuuuy, el entrenador va a tener que suspenderme las clases, tengo un justificante… soy una lisiada sexual…La carcajada de Darío se extendió por la casa mientras negaba.—Por ahora nos conformaremos con llamarte Bambi.—Mmmmm… por saltarme tus entrena
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CAPÍTULO 26. Una batalla a punto de comenzar.
Darío Rivera podía decir que le había tenido miedo a muy pocas cosas en su vida, y ciertamente jamás a las personas; pero cuando vio aquellos barcos acercarse, supo que la hora de pelear había llegado, y que llevaba todas las de perder.Le dio la mano a Sammy y regresaron a la casa, dejaron todo limpio y recogido y se alistaron en el muelle.Sobra decir que las caras de quienes llegaban eran de absoluta sorpresa. Esperaban cualquier cosa menos ver personas en la isla, sobre todo gente que no conocían, porque casi siempre eran los mismos científicos con sus familias los que viajaban.Incluso el capitán de uno de los buques fue el primero en saltar a tierra, y saludarlos con asombro.—¡No me digan que se nos quedaron en el último viaje! —murmuró preocupado el hombre, que casi llegaba a los sesenta años.—No, no, capitán —le sonrió Sammy, alargando la mano para estrechar la suya—. Tuvimos un accidente y nos quedamos varados aquí. Mi nombre es Sahamara Reyes… —y antes de que el Diablo pud
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CAPÍTULO 27. Tendrás que hacerlo mejor
En los últimos tres meses Ángel Rivera no había puesto un solo pie en la mansión familiar. Sus padres eran los únicos que estaban al tanto de lo que había sucedido, y habían pagado bastante para que la noticia no tuviera ninguna divulgación. Para las pocas personas que sabían de la boda, él y Sahamara todavía estaban de luna de miel, y los únicos que no se habían cansado de llamar para molestar eran la madre y el padrastro de la muchacha, pero Ángel había sabido evitarlos.Caminó hasta el despacho de su padre y respiró hondo antes de entrar, Gael Rivera se había vuelto más hosco durante los últimos meses y cada vez era más difícil hablar con él.Apenas si levantó la cabeza de los documentos que estaba revisando cuando vio a Ángel entrar, pero cuando su hijo abrió la boca, su reacción fue instantánea.—Los encontraron —murmuró Ángel y su padre se puso pálido—. Están vivos.Por un segundo el alivio se reflejó en el rostro pétreo de Gael, y desapareció en el mismo segundo en que se dio c
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CAPÍTULO 28. Sahamara
Ángel se miró en el espejo del baño del avión. Había hecho que el oficial Higgins le enviara las fotos que habían tomado de Darío y de Sahamara en la comisaría el día anterior para corroborar sus identidades.La verdad era que su hermano y él seguían siendo idénticos, y para acabar de rematar, aquellos tres meses en que Ángel no había podido salir de su departamento más que para ir a la empresa, lo habían hecho ganar algo de peso, así que mientras se mantuviera con ropa casual y aquel cabello revuelto como si lo hubiera cagado una gaviota, no había problema.Se miró el jean y el suéter de manga larga, odiaba vestirse así, pero al menos hasta que estuvieran de vuelta en Los Ángeles, no podía ser de otra manera. Su padre tenía razón en algo, tantear a las chicas de su hermano siempre había sido su especialidad, y con Miss Inocencia no tenía por qué ser diferente. el único problema era que sabía muy bien que su hermano estaba lleno de tinta, y él no tenía ni un solo tatuaje, así que ten
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CAPÍTULO 29. ¡Ya no eres una m*****a princesa!
Era algo profundamente doloroso, como si la hubieran golpeado con un mazo en medio del pecho, extendiendo aquella angustia desesperada por todo su cuerpo. Sentía que no podía respirar, todas sus alarmas se habían disparado de una vez y todas decían lo mismo: que algo estaba terriblemente mal.O el Diablo había cambiado de personalidad de un segundo al otro, o aquel hombre que estaba en su habitación no era el Diablo.Trató de mantenerse tranquila, espantando aquellas lágrimas que pujaban por humedecerle los ojos, pero se recordó que ya no era la misma Sammy que había subido a aquel avión, indefensa y aterrorizada.—Sí, tienes razón… —replicó aclarándose la voz—. Es que teníamos tan pocas cosas en la isla que arrastrábamos todo para todos lados siempre.Lo escuchó moverse a su espalda.—Lo sé… pero ya no necesitamos eso.Sammy pasó saliva y tomó una muda de ropa de la maleta.—Voy a cambiarme entonces… dame un momento.Se metió al baño y cerró la puerta con seguro mientras se cubría la
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CAPÍTULO 30. Tu Diablo se llama Darío
Decir que aquel vuelo era un infierno era poco. Sammy pasó todo el trayecto fingiendo que dormía, mientras Ángel la vigilaba, porque no estaba muy seguro de qué creer con ella. Era difícil sacarle información a una mujer dormida, y ella realmente parecía asustada y metida en una ostra.Era exactamente la misma chica que había conocido hacía tres meses, pero más nerviosa y eso era lógico. Sin embargo había algo en ella que lo hacía sospechar.—Sahamara… ya vamos a aterrizar, linda —intentó despertarla y ella se sobresaltó.Abrió los ojos, restregándolos y sintió la mano de Ángel sobre la suya.—¿Estás bien?Sammy asintió.—Sí, ya sabes que me sobresalto con cualquier cosa —mintió. Al parecer mentir iba a ser parte de su día a día en adelante.—No te preocupes, todo está bien, ya vamos a llegar… —sonrió Ángel con tanta naturalidad que Sammy se preguntó cómo era capaz de mentirle con tanto descaro—. Oye, hay algo de lo que quiero hablar contigo.—Claro, dime —accedió la muchacha.—Tuve u
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