Darío Rivera podía decir que le había tenido miedo a muy pocas cosas en su vida, y ciertamente jamás a las personas; pero cuando vio aquellos barcos acercarse, supo que la hora de pelear había llegado, y que llevaba todas las de perder.Le dio la mano a Sammy y regresaron a la casa, dejaron todo limpio y recogido y se alistaron en el muelle.Sobra decir que las caras de quienes llegaban eran de absoluta sorpresa. Esperaban cualquier cosa menos ver personas en la isla, sobre todo gente que no conocían, porque casi siempre eran los mismos científicos con sus familias los que viajaban.Incluso el capitán de uno de los buques fue el primero en saltar a tierra, y saludarlos con asombro.—¡No me digan que se nos quedaron en el último viaje! —murmuró preocupado el hombre, que casi llegaba a los sesenta años.—No, no, capitán —le sonrió Sammy, alargando la mano para estrechar la suya—. Tuvimos un accidente y nos quedamos varados aquí. Mi nombre es Sahamara Reyes… —y antes de que el Diablo pud
En los últimos tres meses Ángel Rivera no había puesto un solo pie en la mansión familiar. Sus padres eran los únicos que estaban al tanto de lo que había sucedido, y habían pagado bastante para que la noticia no tuviera ninguna divulgación. Para las pocas personas que sabían de la boda, él y Sahamara todavía estaban de luna de miel, y los únicos que no se habían cansado de llamar para molestar eran la madre y el padrastro de la muchacha, pero Ángel había sabido evitarlos.Caminó hasta el despacho de su padre y respiró hondo antes de entrar, Gael Rivera se había vuelto más hosco durante los últimos meses y cada vez era más difícil hablar con él.Apenas si levantó la cabeza de los documentos que estaba revisando cuando vio a Ángel entrar, pero cuando su hijo abrió la boca, su reacción fue instantánea.—Los encontraron —murmuró Ángel y su padre se puso pálido—. Están vivos.Por un segundo el alivio se reflejó en el rostro pétreo de Gael, y desapareció en el mismo segundo en que se dio c
Ángel se miró en el espejo del baño del avión. Había hecho que el oficial Higgins le enviara las fotos que habían tomado de Darío y de Sahamara en la comisaría el día anterior para corroborar sus identidades.La verdad era que su hermano y él seguían siendo idénticos, y para acabar de rematar, aquellos tres meses en que Ángel no había podido salir de su departamento más que para ir a la empresa, lo habían hecho ganar algo de peso, así que mientras se mantuviera con ropa casual y aquel cabello revuelto como si lo hubiera cagado una gaviota, no había problema.Se miró el jean y el suéter de manga larga, odiaba vestirse así, pero al menos hasta que estuvieran de vuelta en Los Ángeles, no podía ser de otra manera. Su padre tenía razón en algo, tantear a las chicas de su hermano siempre había sido su especialidad, y con Miss Inocencia no tenía por qué ser diferente. el único problema era que sabía muy bien que su hermano estaba lleno de tinta, y él no tenía ni un solo tatuaje, así que ten
Era algo profundamente doloroso, como si la hubieran golpeado con un mazo en medio del pecho, extendiendo aquella angustia desesperada por todo su cuerpo. Sentía que no podía respirar, todas sus alarmas se habían disparado de una vez y todas decían lo mismo: que algo estaba terriblemente mal.O el Diablo había cambiado de personalidad de un segundo al otro, o aquel hombre que estaba en su habitación no era el Diablo.Trató de mantenerse tranquila, espantando aquellas lágrimas que pujaban por humedecerle los ojos, pero se recordó que ya no era la misma Sammy que había subido a aquel avión, indefensa y aterrorizada.—Sí, tienes razón… —replicó aclarándose la voz—. Es que teníamos tan pocas cosas en la isla que arrastrábamos todo para todos lados siempre.Lo escuchó moverse a su espalda.—Lo sé… pero ya no necesitamos eso.Sammy pasó saliva y tomó una muda de ropa de la maleta.—Voy a cambiarme entonces… dame un momento.Se metió al baño y cerró la puerta con seguro mientras se cubría la
Decir que aquel vuelo era un infierno era poco. Sammy pasó todo el trayecto fingiendo que dormía, mientras Ángel la vigilaba, porque no estaba muy seguro de qué creer con ella. Era difícil sacarle información a una mujer dormida, y ella realmente parecía asustada y metida en una ostra.Era exactamente la misma chica que había conocido hacía tres meses, pero más nerviosa y eso era lógico. Sin embargo había algo en ella que lo hacía sospechar.—Sahamara… ya vamos a aterrizar, linda —intentó despertarla y ella se sobresaltó.Abrió los ojos, restregándolos y sintió la mano de Ángel sobre la suya.—¿Estás bien?Sammy asintió.—Sí, ya sabes que me sobresalto con cualquier cosa —mintió. Al parecer mentir iba a ser parte de su día a día en adelante.—No te preocupes, todo está bien, ya vamos a llegar… —sonrió Ángel con tanta naturalidad que Sammy se preguntó cómo era capaz de mentirle con tanto descaro—. Oye, hay algo de lo que quiero hablar contigo.—Claro, dime —accedió la muchacha.—Tuve u
Darío.Se llamaba Darío.Sammy ocultó el rostro entre las manos y sollozó, porque aunque ahora era una mujer fuerte, no podía olvidar el hecho de que se había enamorado de un hombre que le había mentido con lo más básico durante todo el tiempo que habían estado juntos. Se había enamorado de él como una estúpida y ahora estaba sola, de vuelta a una realidad que odiaba, rodeada de gente falsa, sin saber cuál de ellos quería lastimarla.¡Y él no estaba por ningún lado!¿Dónde se había metido?¿De verdad la había abandonado después de decirle que la amaba? ¿Eso también había sido falso? Sammy no lo creía, pero eso no cambiaba el hecho de que no estaba allí, con ella, enfrentando las consecuencias de sus actos.—Necesito que vengas a vivir conmigo, Lory. Al menos por un tiempo —dijo Sammy—. Sé que estoy poniéndote en peligro, pero no puedo confiar en nadie más.—Ni siquiera tienes que pedirlo, no iba a dejar que regresaras sola a esa casa —replicó Lory—. Vamos a descubrir la verdad juntas.
Veintiocho horas. Exactamente veintiocho horas, las más largas de su vida, habían pasado desde el momento en que a Darío le habían puesto aquellas esposas hasta que escuchó la voz incómoda de un oficial.—¡Rivera! ¡Tienes visita! —le gruñó mientras lo llamaba para que se acercara a la reja. Le puso las esposas de nuevo y lo sacó hasta un pequeño cuarto que debía ser de interrogatorio.Adentro había solo dos personas, y uno tras otro lo abrazaron, primero el Grillo Fisterra y luego Jacob Lieberman.—¿Dónde carajo estabas metido, Diablo? —le gruñó el Grillo.—OK, el cuento corto —suspiró Darío—. Me subí a un avión con la esposa de mi hermano. El avión sufrió un atentado: envenenaron a los pilotos. Nosotros nos salvamos porque yo llevaba mi paracaídas deportivo, pero igual casi no la contamos.—¿Nosotros quienes?—Sammy, la esposa de mi hermano y yo —aclaró Darío—. Tuvimos suerte de caer en las islas Midway, estuvimos allí hasta ahora, que llegó el personal rotativo de la isla y pudimos
Sammy arrugó el ceño cuando el auto en que Ángel y ella iban se detuvo frente a la verja de entrada, y aquella mujer les tocó en el cristal. —Señor Rivera, mi nombre es Alesia Mayers, soy periodista de Los Ángeles Times. Me ha llegado la noticia de su reciente unión con la señorita Reyes y quisiera solicitarle una entrevista, por favor. —La periodista dijo todo aquello de carrerilla, como si estuviera acostumbrada a soltar la mayor cantidad de información posible antes de que la dejaran con la palabra en la boca. Ángel y Sammy se miraron un poco contrariados, porque no habían pasado ni seis horas desde que habían anunciado su matrimonio en la empresa, y ciertamente ninguno esperaba aquello. —Por supuesto —accedió él con voz neutra—. Pase, la estaremos esperando en el jardín. El auto avanzó dentro de la casa y Sammy se bajó, deteniéndose frente a Ángel. —¿Estás seguro de que quieres hacer esto? ¿Dar una entrevista? —preguntó Sammy porque él se notaba visiblemente incómodo. —No se