El olor suave a azufre junto a aroma de tabaco y madera fue lo primero que mis sentidos absorbieron cuando desperté, poco a poco me removí en la suave superficie. -Despacio muñequita …- una ronca voz llenó mis oído, tan suave, tan baja que la sentía como una caricia, un dulce susurro en mi cabeza, podía reconocer su presencia en cualquier lugar, me dejé acunar por su calor, el fuego sofocante pero extrañamente reconfortante, un lugar lleno de cómodo confort. Y dolía… mi alma dolía por eso estaba acunada ahí, me la habían arrebatado, mi pedacito de cielo. -Babba … se la han llevado, mi niña… - solloce despacio abriendo mis ojos, nada ahí, algo difícil de explicar, la presencia de mi abuelo era poderosa, estaba AHÍ, pero era invisible al sentido de la vista, la &ua
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