Mientras daba pecho a Antonella, no lograba sacarme de la cabeza los recuerdos de esa tarde con Mario. Pese a que la cita no había sido todo lo que yo esperaba, por culpa de la odiosa de Estefanía, sí había sido muy grato estar con él, con Mario, a quien me gustaba imaginar como si, por momento, tomase el papel de Jaime, es decir, que era mi novio y nos besábamos, incluso llegué a recordar el primer beso, el que Jaime me dio cuando logró colarse en mi habitación y cuando nuestros labios se encontraron mientras Antonella, inocente de todo, hacía lo mismo que en ese momento. Al recordarlo, una inmensa oleada de fuego subió hasta mi cabeza, procedente de la parte más baja de mi vientre. Había sido un momento tan erótico, porque mi pecho estaba desnudo y expuesto a las caricias de Jaime, que no llegó a atraverse a tanto, pese a que me hubiera gustado que lo hiciera y, si reemplazaba a Jaime por Mario, la sensación era aún más placentera. No sé por cuánto tiempo estuve imaginando, una y otr
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