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Todos los capítulos de La Escolta del CEO: Capítulo 21 - Capítulo 30
44 chapters
Un juego de dos, con tres jugadores
Al día siguiente de haber formalizado mi relación con Jaime, me sentí terrible de subirme al auto de Mario. Intentaba no mirarlo a los ojos y responder con monosílabos a cada una de sus preguntas, pero no tardó en darse cuenta y me preguntó si me ocurría algo. —No, es solo, bueno, cansancio, creo —dije mientras me ajustaba el cinturón de seguridad. —¿Tuviste un fin de semana pesado? La verdad, sí lo había sido, pero no estaba así por las razones que él creía, sino por otras, más de tipo moral que físico. —Te exiges demasiado, Ivania —dijo después de que le hubiera contestado que “sí” a su pregunta anterior—. Todos los días trabajas, en algo, y ahora también estudias, ¿estás segura de que podrás sostener ese ritmo? —A muchas personas les toca así, Mario —dije—, y no están quejándose, solo que, si las ves algo agotadas, lo mejor es que las dejes en paz y no las juzgues por eso. Sé que fui grosera y que él solo estaba preocupado por mí, pero era la única manera de que me dejara
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Una cena romántica y un bochornoso accidente de amor
Al llegar a casa, esa noche, después de una jornada extenuante en la academia, en la que Ivania cada día se convencía más de que no lograría pasar el siguiente examen de inglés, Jaime la esperaba en el comedor, con la cena servida a media luz, entre velas encendidas. —¿Y esto? —preguntó Ivania luego de saludarlo con un beso.—Es lo que mereces por tus esfuerzos de cada día, bebé —respondió Jaime mientras la llevaba de la mano a la mesa—. Antonella ya está dormida, lo mismo que mi mamá, así que podemos tener una hora para nosotros, ¿te parece?Pese a que tenía las piernas convertidas en dos enormes bloques de plomo y sobre los hombros llevaba cargando a una docena de monos, Ivania sonrió, enternecida por el bello detalle que Jaime tenía preparado para ella. —Esto está muy hermoso, amor, me encanta. Por supuesto que tengo una hora para nosotros. Jaime corrió la silla de Ivania y después, como si fuera un maitre, llegó con una bandeja de comida y una botella de vino.—No soy un expert
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Un cuarto de rosas y una confesión
Pasé una noche febril, en la que la veía a ella, otra vez en ese pequeño bar del barrio en donde humilló la forma en que me vestía, y celó a Mario, como si ya hubiera vaticinado lo que habría entre él y yo, pero las imágenes y el lugar se confundían con lo que me había dicho en el hospital. Cuando desperté, estaba sudando porque en la parte final de mi pesadilla no conseguía levantarme de la cama en que ahora estaba y, cuando lo hacía caí al suelo sin remedio, mientras ella me observaba con una sonrisa tiesa y, un “Te lo advertí” en su mirada. Al abrir los ojos, lo que vi enfrente no me ayudó a tranquilizarme. Las paredes estaban cubiertas de rojo, por donde pasara la vista, solo veía ese color, hasta que la confusión entre el sueño y la realidad se f
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La peor persona del mundo
A la tercera semana de mi nuevo estilo de vida madrugar - dar de comer a Antonella - dejar Antonella en el apartamento de la señora Laura - ir a trabajar a la panadería de Don Esteban - recoger a Antonella del apartamento de la señora Laura y dejar con Ximena - ir al instituto, entre semana, y dedicarme a animar fiestas y eventos infantiles los sábados y domingos, tenía el cuerpo hecho un ladrillo y deseaba aceptar la invitación de Mario, a solo una horas de una sesión de spa, pero no dejaba de darme remordimiento el solo pensar en hacerlo.No estaba bien, menos sabiendo que Mario me estaba pretendiendo, y aunque no se había atrevido a dar el paso al que sí se estaba por lanzar Jaime -y que yo aceleré, esa mañana en el baño-, lo podía hacer en cualquier momento y entonces, ¿qué haría? Decirle que
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Entre él y tú ya no hay nada, ¿cierto?
Esa noche, al llegar a casa, Ivania se encontró con Jaime, que la esperaba con la cena ya lista. Aunque no se la sirvió a la luz de algunas velas, como la última vez que la esperó para comer, a Ivania se le hizo enternecedor ese detalle. —Veo que, con tu ritmo diario, vamos a tener que robarle algunos minutos a la jornada, para vernos un poco, bebé —dijo Jaime cuando se sentó con ella a comer.—Tienes razón, amor, y a veces me siento terrible por eso, pero en unos meses serán vacaciones en el instituto y entonces tendremos más tiempo para los dos, al menos en las noches —contestó Ivania cuando vio lo que Jaime había preparado. Era un arroz blanco con aspecto de estar todavía algo húmedo y pe
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Una invitación inesperada
Fue liberador haberle podido decir a Jaime lo que en verdad tenía planeado ir a hacer el domingo, y hasta me agradecí haber inventado una disculpa tan socarrona, sin caer en cuenta que era un día feriado y ninguna notaría iba a abrir ese día, pero es que, en verdad soy tan mala para mentir e inventar excusas que no fui exhausta con un detalle tan obvio que Jaime se pilló, a la primera. Y, además, ni que fuera en verdad a hacer algo malo. Mario era un amigo, seguía siendo un amigo, con intenciones de algo más, que quizá, podía o no, querer concretar con esa invitación, eso yo no lo sabía y, llegado el momento, no tenía otra opción que detenerlo. Así que, en mi consciencia, estaba libre, sin culpa, solo un poco mortificada por el hecho de que Jaime creyera que Mario era el papá de Anto
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Un extraño motivante
Cuando despertó, ya no quedaba un solo pétalo de las quinientas rosas que decoraban la habitación. Solo quedaba el letrero de Antonella, con un extremo algo más bajo que el otro. Era como si hubiera pasado un huracán y ahora solo quedara el vacío que dejó su paso, acompañado de un frase de ánimo que la invitaba a reconstruir su vida sin la sombra de Mario, que se casaría con Estefanía en solo unos pocos meses, el mismo tiempo que quizá le tomaría a ella recuperarse de la herida que atravesó su cuerpo, pero la física, porque la sentimental tal vez nunca sanaría.—Mamá —dijo Antonella al entrar. No estaba vestida con su uniforme de colegio, sino con una falda prensada, camisa larga y…tirantes. Era muy parecida, no podía ser, era casi como volverla a ver cuando era una adolescente—. ¿Estás bien, mamá? Se te aguaron los ojos. Ivania sonrió.—Sí, pero no es por lo que estás creyendo, es que… tienes la misma manera de vestir y hasta te le pareces un poco. Antonella se acercó a la cama y s
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Charlas embarazosas
La comida de Ximena siempre ha sabido muy bien y sé que cualquier plato preparado por ella me va a encantar, pero no fue el caso del sancocho de pescado, los plátanos fritos, hogao y arroz con los que agasajó a Mario, que sí parecía muy contento con la comida y no dejaba de ofrecer sus elogios. —La debes pasar muy bien, aquí, Ivi —dijo Mario en su primera ovación—. Con esta comida tan rica, yo también quisiera quedarme a vivir. Sonreí con los dientes apretados porque la verdad era que todo lo que colocaba en mi boca me sabía amargo y, cada vez que alguno de los dos abría la boca, temía que fueran a hacerse alguna pregunta que me comprometiera. Si bien Ximena ya sabía que Antonella no era hija mía, Mario sí lo creía -sin s
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Conociéndonos mejor
El almuerzo terminó con la interrupción impuesta por Antonella, la única a la que nadie pudo contraargumentar, preguntar o poner incómoda con su opinión o dudas.  —No llegues muy tarde, Ivi —dijo Ximena al despedirse de Ivania y Antonella, luego de haber advertido, en el mismo sentido, a Mario, que ahora esperaba a sus invitadas a un costado de la puerta trasera del auto. Después de haber asegurado a Antonella en su silla de bebé, Ivania subió, aseguró el cinturón y esperó a que Mario diera marcha al auto, camino a la primera visita que haría en su vida a un club campestre. —Noté que, pese al tiempo que pasamos en las mañanas y las tardes, hay muchas cosas que no sé de ti
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Tarde en el club (1)
Resultó que, como sospechaba, Estefanía fue novia de Mario, y no una vez, sino como cinco veces, según la cuenta de él. Iniciaban y terminaban su relación de acuerdo con el signo zodiacal que estuviera rigiendo en ese momento, la conjunción de la luna con cualquiera de los planetas o solo porque tenían una discusión sobre si la fresa pegaba o no con el chocolate.  —Es complicado y por eso he querido crear una barrera con ella —explicaba Mario cuando ya estábamos por llegar al club, a las afueras de la ciudad—, pero como nuestras familias son tan unidas, es imposible que funcione. Cuando no me la encuentro en algún cumpleaños, la veo en Navidad, o en una Primera Comunión, o un Bautismo, o en cualquier almuerzo familiar, lo que sea y, dependiendo del humor que tenga ese día, iniciamos o rompemos nuestra relación. Llegué hasta a compadecer a Mario por el ka
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