Al día siguiente de haber formalizado mi relación con Jaime, me sentí terrible de subirme al auto de Mario. Intentaba no mirarlo a los ojos y responder con monosílabos a cada una de sus preguntas, pero no tardó en darse cuenta y me preguntó si me ocurría algo. —No, es solo, bueno, cansancio, creo —dije mientras me ajustaba el cinturón de seguridad. —¿Tuviste un fin de semana pesado? La verdad, sí lo había sido, pero no estaba así por las razones que él creía, sino por otras, más de tipo moral que físico. —Te exiges demasiado, Ivania —dijo después de que le hubiera contestado que “sí” a su pregunta anterior—. Todos los días trabajas, en algo, y ahora también estudias, ¿estás segura de que podrás sostener ese ritmo? —A muchas personas les toca así, Mario —dije—, y no están quejándose, solo que, si las ves algo agotadas, lo mejor es que las dejes en paz y no las juzgues por eso. Sé que fui grosera y que él solo estaba preocupado por mí, pero era la única manera de que me dejara
Leer más