Capítulo 22. La cruda realidad.
Elizabeth Collins.—¿Dónde vas? —Dante me toma del brazo y me detiene en mi camino hasta la pista.—¡Suéltame ahora mismo! —ordeno con los dientes apretados. No me suelta, por el contrario, aumenta la presión.—No dejaré que hagas algo estúpido, Lissy. ¡Vamos, te llevo a casa!—Lo sabias, ¿verdad? Y lo callaste —estoy furiosa y triste al mismo tiempo, no solo con Víctor, sino también con Dante. —Lo callaste solo para hacerme más daño.—No sabes lo que dices, estás enojada con la persona equivocada.Hago un movimiento brusco y me zafo de su agarre.—Te callaste y lo hiciste apropósito —lo señalo con el dedo. —Sí, también estoy enojada contigo. Te prohíbo que te acerques a mi nuevamente, o que me toques, no me hables a m
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