Liliana le dice algo a Mario que le hace sonreír, y después, se va. En cambio, Mario espero a que ella desaparezca por la esquina opuesta a la que estaba, y cruza la pista directo a su auto. Y yo... Seguía en esa misma intersección, con la cabeza hecha vueltas, y con la misma resistencia a que mis piernas se muevan. No era un sueño, porque, aunque me pellizcaba el brazo, aún seguía en esa esquina inmóvil. Tampoco era una ilusión, o cualquier cosa producto de mi imaginación, porque la gente pasaba a mi alrededor y me observaban preocupados. Por suerte ninguno se me acercó, y yo no hubiera sabido qué responder cuando me preguntaran si me encontraba bien.No, no me encontraba bien. Me sentía traicionada, ciego y estúpido. Y revivir las imágenes de Liliana y Mario besándose era el equivalente a sentir una puñalada penetrar en el pecho, lento y errático, sin presión o refinamiento. Me pude mover después de lo que pudieron ser horas, pero el sol seguía en alto, así que supuse que solo hab
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