"Lo que pasó entre nosotros es cosa del pasado. Nunca se repetiría. Es agua pasada"—pensó Sofía, angustiada y abrió la puerta de su despacho. En su escritorio le esperaba un gran jarrón con lirios blancos. Era el ramo más bonito que había recibido en su vida. Entró y tomó el pequeño sobre que había entre las flores. "¡Mateo, otra vez!" Para ella sus atenciones, aunque halagadoras, estaban fuera de lugar. Incluso eran peligrosas, porque ponía en riesgo su empleo. Leyó en voz alta. "Para Sofía. Tengo muchas ganas de conocerte mejor. Firmado, Mateo." Sofía se sentó en su escritorio y encendió la computadora. Y buscó en internet noticias de Vicente. Estaba en un puerto en Italia, tomándose tiempo libre, a bordo del "Soraya, acompañado, como captaron los superteleobjetivos de los paparazzi, por Dayana, escasamente vestida. A Sofía se le encogió el corazón al ver las fotos, y no le quedó más remedio que admitir los celos que la carcomían por dentro. **** Mateo salió del ascensor
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