Cap. 38 Las debilidades de Amed
Amed estaba recostado en una cama ancha a su lado tres bellas mujeres desnudas lo deleitaban con caricias y besos. —Preciosas, divinas… Me han satisfecho en todo, me siento como un dios con ustedes. Ellas sonreían a su amante, entonces entró Rania y dio de palmas y ordenó. —Akhruji min huna ya eahirat, antahaa waqtuk. (Salgan de aquí rameras, ya terminó su tiempo) Ellas se levantaron de mala gana y desnudas salieron delante de ella y Amed se le rio en la cara. —Harbi, ¿estás celosa de unas concubinas? —Estoy celosa de cualquiera que comparta el lecho contigo, eres mi esposo y mi medio de vida, no voy a perderte. Él le hizo una seña y ella cruzada de brazos lo ignoró. —Vamos, ven, Harbi, tengo mucho para ti también. Ella se acercó a él y le dijo cerca de su boca. —No me importa compartirte de vez en cuando, ni las orgías que hagas en este lugar, si participo lo hago porque te quiero, pero debes entender q
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