Amed llegó al hotel golpeado y Rania lo vio escandalizada.
—¡Te golpearon!
—Yo golpeé también…—tenía que decir algo a su favor.
—¿Quién lo hizo?
Le costó decir su nombre.
—Hanza—dijo lleno de ira—ese maldito estaba allí.
Rania daba vueltas y le dijo molesta.
—¿Se pelearon por una bailarina?
—No…
—Amed, te conozco bien, estás picado con esa mujer y viste al tonto de tu hermano que no es tu hermano y te quisiste hacer el sobrado.
—Le dije algunas cosas sobre esa p**a de Malak.
Malak, de nuevo, entonces le dijo molesta.
—Hago lo que deseas y te complazco en todo, te comparto y ahora por una estúpida bailarina te desbancas.
Amed no la escuchaba y comentó.
—Si la hubieras visto, Harbi, era la Diosa encarnada, se movía como serpiente en la arena y sus caderas…
—¡Ya basta!
Miró a los guardaespaldas de Amed.
—¡Ineptos! ¡Les descontaré el golpe de mi esposo
Nada de romance en ese encuentro, Malak, sí que se las tiene jurada a Hanza y Amed tan cruel, qué pasará con ese sujeto, puedes descubrirlo muy pronto.
David vivía en Portugal, con su bella esposa Rebeca, que le había llenado la casa de gatos después de la muerte del Señor Bigotes. Él paseaba con un bello gatito negro que era su engreído y le decía delicadas palabras, cuando llegó un mensajero con un paquete y era para él. Se extrañó, no solía recibir envíos por correspondencia y lo tomó curioso y abrió el paquete. Lo que encontró fueron fotos, documentos de operaciones, de envíos de dinero y de armas, cuando se sentó a ojearlas detenidamente vio que se trataba de envíos de Fez hacia lugares como India y otros sitios; pero, que no llegaban a su destino. Eran fotos de cargamentos con el sello del escorpión y el sello de su casa. Hablaban de que en el camino se desviaban al desierto donde se observaba fotos con extremistas armados. David exclamó. —Walakin ma hadha. (Pero qué es esto) Rebeca salió con una gata hermosa en sus brazos y vio a su esposo pálido. —¿Qué tienes?—tomó los documentos y miró
Daba vueltas por su casa, desde que Amed la había lanzado al viento, vivía sola rumiando sus penas, si tan solo estuviera Shary con ella; pero, había desaparecido y no se la encontró en Fez. Tal vez huyó por ese matrimonio forzado y ella en las nubes no se dio cuenta de las intensiones de su hija y nada de lo que hizo por conservar su matrimonio ayudó. Amed se casó en una fastuosa fiesta y ella, repudiada, segregada de todo, no era justo; esa mujer era joven, hermosa, vital y lo tenía cautivado, ni lo veía… Tres penosos años así. Una de sus empleadas llegó con un presente. —¿Será de Amed? Al abrirlo era una joya hermosa y la invitación decía: Te invito a un viaje al pasado del que no te arrepentirás. Envía un sí, si aceptas o un no si te niegas. ¿Qué puedes perder? Ya lo perdiste todo. ¿Qué puedes ganar? Dicha y una renovación a la vida que llevas. Eso llamó su atención y después de considerarlo, envió el mensaje “sí” y esperó
Ella lo esquivó y le dijo indignada. —Tiraste al viento a una mujer y no te importo nada de ella y ahora reclamas a su hijo. —No sabía… Estaba dolido… Ella me engañó. —Murió jurando en su lecho que nunca te faltó y yo le creo. —Siento que… Me diste… ¿Qué me hiciste? —Te di lo mismo que le dieron a ella para hacerla caer en esa trampa; te di engaño y miseria. —¿Quién eres? —Soy tu conciencia… Esposo—lo vio caer adormecido. Interceptando el cargamento Cuando el camión iba por la carretera clandestina con las jóvenes nerviosas en su interior. De pronto fue interceptado por los hombres de Bullá que con jeep del desierto y armas los desbancaron, los hicieron detenerse, fue toda una sorpresa ser atacados por desconocidos; entonces hicieron el traslado de las muchachas hacia otro camión. Ellas, visiblemente asustadas y nerviosas, subieron al otro camión, sin saber qué esperar. En
Malak había visto el video de Rania siendo abucheada y humillada y le gustó verla así de humillada. Kara la sacó de sus cavilaciones y le comentó. —Además, Yamala dijo que Hanza estuvo buscándote y no cejará hasta encontrarte. —Esa era la idea, hacerlo padecer. —Cada una se vengará, a su modo, todo lo que nos han hecho. Era cierto y sabía que Hanza se consumía en preguntas en esos momentos. La carta del pecado Bullá jugaba con Juru y su mascota, le encantaba la inocencia del pequeño, creció en otro ambiente lejos de la prostitución y la maldad del tráfico de personas. El niño lo sacó de sus pensamientos. —El señor de los globos me va a dar muchos globos. —Puede ser—entonces le preguntó al pequeño—¿por qué piensas tanto en él? El niño se alzó de hombros y recordó sus palabras. —Él dijo que yo era hermoso… —Y lo eres, nunca te olvides de eso, eres swino de aquí—señal
Hanza se acercó a ella. —Señora, ¿usted es la encargada? Yamala le hizo una reverencia y le dijo. —A sus órdenes. —¿Sabe dónde puedo encontrar a la danzarina misteriosa? —Mi estimado caballero, ella se presentó donde el señor Aisin años atrás y trató en exclusiva con él su contrato; solo él sabe quién es ella realmente y dónde vive. —¿El señor Aisin viajó? —Sí a buscar talentos para animar el club. Isaac miró a todos lados y le dijo a su amigo. —Hanza, si ella no está aquí, entonces busquemos en otros lugares. En ese momento recibió una llamada, se apartó para contestar. —Señor Ansar, dígame… Sí, Hanza está conmigo ahora… Cambió la reunión, aquí en Marrakech—arrugó el ceño—sí señor, se lo comunicaré a Hanza y no nos moveremos de aquí. Hanza estaba visiblemente cansado e Isaac le comunicó. —Cambiaron la reunión. —¿Por qué? —La reunión será aquí, tu padre pide que no
—Esta es la tumba, señor Muller—le dijo el guía. El señor Muller se agachó a contemplar la tumba de la que un día fue su amada; sus cabellos emblanquecidos por los años fueron remecidos por la suave y cálida brisa del desierto, no entendía lo que estaba escrito en la tumba, supuso que algo como esto: “Aquí yace Dina Bandrés, amada madre”. El guía le explicó. —Murió de un problema cardiaco… Su hija la enterró en este sitio. Entonces preguntó con curiosidad. —¿Tenía una hija? —Sí, ella tenía una hija, joven como de unos 23 años—vio su sorpresa, entonces buscó en sus apuntes—su nombre era Malak Bandrés. Entonces preguntó interesado. —¿Era? ¿Murió también? —De hecho su historia es bastante triste, ella fue echada al viento. Muller no entendió esa expresión y el guía le explicó. —Así hacen los maridos o padres cuando las mujeres son adúlteras o cometen faltas al honor. Entonces se irguió para
Malak salió y lo vio acariciando a su hijo con amor y le escuchó decir. —Ahora ya nada nos separará, estaremos juntos siempre—besó su cabecita. —¿Y Umi? No sabía qué decirle sobre esa mujer y entonces escuchó. —¿No le respondes al niño? Él la miró, se puso serio y le dijo molesto. —¡Es mi hijo! —Y también es mío. —Su madre es Malak. Rebeca entonces intervino y le dijo a Juru, para que no escuchara la discusión. —Voy a pintarte con tu gatito, ¿te gusta la idea? —¿Y los balunat? —Todos iremos, pintaremos a los globos, tal vez a Salvaje volando con ellos, dejemos a tus padres charlando. —Ya vuelvo Baba—agitaba su manito. El niño se retiró junto con ella. Ahora si iba a aclarar algo con esa mujer. —Bien, lo ayudaste a criar; pero, es mío—dijo serio—no voy a dejar que te quedes con él. —No me das ningún crédito, lo alimenté, lo consolé y estoy a su lado siempre.
Isaac intentaba asimilar lo dicho por Muller, era muy extraño todo aquello, en ese momento entró Amed con su séquito de guardaespaldas y se dirigió a él. —Zenac. —¡Amed!—estaba sorprendido. —¿Tanto te sorprende verme? ¿Pensaban que no me iba a enterar de la famosa reunión que iban a hacer a mis espaldas? —No sé de qué hablas… —Sabes de qué hablo—lo agarró por la camisa y le dijo en tono amenazante—Ahora me dirás qué es lo que pasa. Muller veía todo, ese sujeto era muy altanero, capaz de hacer cualquier cosa por dinero. —Dime lo que pasa o te pesará. —No tengo nada qué decir—se libró de su presión—¿Tienes miedo acaso? —¿Miedo yo?—sacó su arma y lo apuntó—no le temo a nada ni nadie; pero, huelo cuando me quieren hacer algo y sé que mi hermanito está en Marrakech y mi padre y ahora todo el clan, será mejor que no me piensen traicionar o les va a pesar a todos. —¿Matarías a tu propio padre por