Capítulo cuarenta y cinco Nunca me han gustado las fiestas, ni para mi cumpleaños, ni graduación, ni nada y hoy tengo una en mi honor. No sería la primera vez que tengo una, pero puedo decir que la anterior fue un total fracaso. Aún lo recuerdo: personas que yo no conocía, licor, borrachos y sobre todo, mujeres con diminutas cosas, o sea, prostitutas. En una fiesta de cumpleaños para una niña se supone que lo que tiene que haber es diversión, juegos, piñatas, niños corriendo y jugando, gente bromeando, pero en la mía todo era un desmadre por parte del señor Alcibíades. Odio a ese señor. Nunca en mi vida me sentí tan poca cosa. Las risas de esas personas todavía las puedo escuchar cuando tengo una pesadilla. A él no le importaba
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