Inicio / Romántica / La aprendiz del millonario / Capítulo 31 - Capítulo 40
Todos los capítulos de La aprendiz del millonario: Capítulo 31 - Capítulo 40
60 chapters
31. ¡Han herido a mi mujer!
Máximo La prensa no nos dejaría en paz por un buen rato, las fotos y el articulo de lo que allí especulaban era la comidilla de todo el mundo, esa y probablemente la siguiente semana. Tenia que doblar la seguridad, más por Ariel que por mí, no quería que nada le perturbara mientras conseguía resolver toda esta m****a. Conseguimos llegar al ático y evitar a los periodistas en la entrada. Ariel permaneció todo el tiempo inquieta bajo mi brazo mientras yo la cubría con una chaqueta e ignoraba las preguntas irracionales de la prensa. —¿Estás bien? —Pregunté una vez que estuvimos dentro del elevador, cogí su barbilla y la obligué a mirarme. —Si. —Musitó con un asentimiento de cabeza y luego se recargó sobre mi pecho—. Solo necesito descansar. Tan pronto llegamos, Amelia nos esperaba en el vestíbulo. Estaba preocupada, pero se limitó al silencio y nos siguió mientras subíamos las escaleras. Ariel se dejó recostar sobre la ca
Leer más
32. El sexo no dañará al bebé, tranquilízate
MáximoToda la mierda que estábamos viviendo me sobrepasaba y ya yo había sido demasiado condescendiente. Se trataba de la vida de mi mujer y de mi hijo, nada menos.Después de haberme asegurado de que el ático estuviese perfectamente vigilado a partir de los sucedido, me puse a la línea con algunos contactos de bienes raíces, necesitaba comprar una casa alejada del centro de la ciudad y que permitiese la tranquilidad de Ariel el resto de su embarazo y de nuestras vidas. Ella, por su parte, se mantuvo todo el tiempo a mi lado mientras yo lo resolvía todo y cada clase de pendientes desde el despacho.Hablaba por teléfono con Dave esa misma noche mientras la veía descansar en uno de los sofá junto a la ventana, se había rendido al sueño cuando cayó la media noche y yo finalmente pude respirar y deshacerme de algunos botones de mi camisa cuando supe qu
Leer más
33. Ginecólogo y una maravillosa propuesta
ArielLa visita con el ginecólogo fue una completa aventura.Máximo estaba nervioso y yo ansiosa. Había estado esperándome en el vestíbulo del ático moviéndose de un lado a otro al menos con una hora de anticipación. Demetrio, el nuevo jefe de seguridad, se aseguró de que el trayecto fuese lo mas ameno posible, evitamos algunos periodistas saliendo por la parte trasera del aparcamiento y encontró un modo de que llegásemos al hospital sin ser vistos.Tan pronto entramos a la recepción, nos esperaba una mujer ya con una carpeta.—Señor y señora Kahler, sigan adelante por favor, el doctor Brown ya los está esperando—Dijo ella y mi corazón dio un pequeño vuelco dentro de mi pecho.Señora Kahler… pensé y saboreé la sola idea entre mis labios.Máximo asintió en
Leer más
34. ¿Qué hay detrás de la mentira?
ArielEsa y la semana siguiente, se convirtieron en una completa locura.Todo el mundo ya sabia acerca de nuestro compromiso. La prensa fue la primera en descubrirlo. Máximo y yo decidimos ir a ver los anillos para la boda incluso antes de que fijásemos fecha, cuando fuimos fotografiados saliendo de la tienda.Las preguntas no se hicieron esperar y, a pesar de nuestro silencio, el anillo era escandalosamente atractivo. Amelia no podía estar menos emocionada que yo, me había felicitado y abrazado cuando le mostré mi mano, no necesité si quiera comunicárselo. Flavio, por su parte, se enteró al escucharnos. No dijo nada, ni siquiera cuando traté de acercarme a él, fue demasiado evasivo y desde que ya solo trabajaba desde la empresa de Máximo, pocas eran las ocasiones que conseguía verlo.Mis compañeros alucinaron al verme el primer día que fui a
Leer más
35. Una dolorosa verdad
ArielToda mi existencia dejó de tener sentido en el instante en que lo dijo, todo, a partir de ese momento, comenzó a venirse abajo delante de mis propias narices.—No soy tu madre. —Dijo, de forma cruda, satisfecha y certera.Como si se hubiese quitado un peso muy grande de sus hombres al pronunciar aquellas cuatro palabras. ¡¿Pero que estaba diciendo?! Pensé al mirarla, pensé mientras esperaba estúpidamente que se retractara, que se riese en mi cara y asegurara de que se tratara de una maldita broma.Si, tenia que ser una maldita broma… por favor, tenía que serlo.—Estás mintiendo… —Murmuré, quise tanto estar tan segura de eso, pero sus ojos gritaban lo contrario, Dios mío…—. ¿Por qué estás haciendo todo esto?—¿No te das cuenta? —Me miró divertida, a
Leer más
36. Devastados
MáximoNo había más que desconcierto en su rostro después de mencionar aquello, dolor y perturbación. Era como si todas aquellas emociones las hubiesen personificado.—¿Qué dijiste? —Preguntó despacio, pero no era algo que tuviese que volver a repetir, ella había escuchado bastante bien.Ariel era una Kahler y lo supe todo este maldito tiempo, incluso antes de conocerla, incluso antes de verla por primera vez, incluso antes de saber que tenia que buscarla por mar y tierra si eso implicaba encontrarla.Lo hice, sí, pero se suponía que no debía enamorarme de ella.Arrastré la palma de mi mano a través de las hebras de mi cabello en un intento desesperado por no sentir como el alma se me estaba queriendo salir a arañazos. Siempre había tenido el temor de tener que llegar a este momento, siempre y cada maldita noc
Leer más
37. Los restos de dos corazones rotos
MáximoNunca creí que algún día pudiese llegar a sentirme de ese modo, absolutamente roto, devastado y hecho pedazos.La silueta de Ariel despareció tan pronto las puertas del elevador se cerraron y yo sentí como el aire comenzaba a faltarle a mis pulmones, como la vida comenzaba a hacerse escombros delante de mis propias narices.Cuando supe que la quería, cuando supe que me había enamorado de ella como un chiquillo de dieciocho años y que ella hacia de mi un mejor ser humado, creí que tendría el tiempo suficiente para resolverlo todo antes de llegar a este punto, creí que podría tenerlo todo bajo control y así, haberlo ganado todo. ¡Que idiota fui! Había perdido, la había perdido a ella y temía también perder a mi hijo.Mi hijo… pensé en él, en su madre y en la familia que hubiés
Leer más
38. Reducido a nada
MáximoLa madrugada me consiguió despierto en su habitación, encorvado en el suelo y aferrado a sus sabanas. Olían a ella, todo en esas cuatro paredes olía a ella, a frutas, flores y su propia esencia. Pronto comenzaría a llenarse de su ausencia y me embriagaría el doloroso recuerdo de saberla perdida.Sirena, mi sirena…Me permití llorar en silencio y acompañé el desasosiego con un vaso de licor, luego dos y le siguieron tres, al final, perdí la cuenta de todo lo que había bebido, al final quise perderme a mí mismo por no tenerla.—¿Qué he hecho?  —Pregunté muy bajito, aun aferrado a sus sabanas, no quería que se me escapase su olor.¡Era mi maldita culpa! Pensé mientras apretaba los puños muy fuerte hasta verlos ponerse de un blanco muy pálido. Esto era
Leer más
39. Hablemos, por favor
Ariel Los latidos lánguidos de mi corazón comenzaron a recobrar una marcha casi impresionante cuando le vi, palpitando desbocado dentro de mi caja torácica.Máximo lucia como si cinco años hubiesen pasado por encima de él en cuestión de horas. Llevaba el mismo traje que el día anterior y todo de él olía a perfume y alcohol entremezclado. Se miraba muy diferente al hombre que yo conocía muy bien, este que estaba en frente de mi con una mirada rota y casi suplicante, lo había suplantado.—Sirena… —Su voz fue apenas un audible susurro, pero estalló dentro de mi como un eco.Sentí como comenzaba a perder el equilibrio en ese momento, sentí la ausencia del aire y la poca fuerza con que se sostenían mis piernas fue disminuyendo. Cada segundo que pasábamos frente a frente y mirándonos de ese modo, era
Leer más
40. Todavía se puede sufrir más
Ariel Empujé las puertas del edificio y me lancé a la calle sabiendo que me faltaba el aire. Fue difícil conseguirlo, pero entre cada bocanada, fui poco a poco recobrando el aliento. Inmediatamente la brisa gélida de aquella mañana me acarició el rostro, no parecían los primeros días de verano, al contrario, se avecinaba una fuerte ráfaga de viento acompañada de una lluvia que pronto cubriría las calles de Sídney.Avancé a través del pavimento y sentí el escozor de mis lágrimas cruzarse por mi cara, las aparté de inmediato, odiaba ese sentimiento. Las lágrimas de impotencia eran peor que las de tristeza o dolor, yo tenía mucho de la primera en ese momento.¿Cómo se había atrevido a buscarme después de lo que me hizo? ¡Era un embustero y la peor parte de ello era que le amaba!
Leer más