Cuando llegó al cuarto cerró la puerta, consciente que nadie la estaba observando flaqueó su talante. Dejó de fingir que era Silvia, con el rostro entristecido y sus ojos llorosos, se paró frente a la cómoda, se quitó las joyas que estaba usando ese día, los pendientes, la pulsera y el collar, dejó todo en su lugar.Se quedó mirándose al espejo y llorando se dijo así misma—Ya no sé si soy Silvia o si soy Amelia, cada día me absorbe más y su vida, su maldad. Cada día me siento más una cómplice y no su víctima. Ya estoy cansada de este engaño. También estoy harta de Diego y de Jimena, de los reproches de Ignacio. Sus acusaciones me matan.Se hizo un poco más de la media noche y Amelia no había podido conciliar el sueño. Un cúmulo de sentimientos encontrados invadieron su ser. Estaba tr
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