Marián secó sus lágrimas y entró a la posada, Alberto la miró sonriente. Ella poseía un pantalón corto azul, una blusa sin mangas rosada y una sandalias estampadas de flores, cargaba un bolso de mano naranja. -¿Cómo te fue en la playa Marián? -Le dio un beso en la mejilla. -Bien Alberto, fuimos a Ia Isleta, me acordé de ti, ahí fue donde me salvaste -dijo sonriendo. -¿Tuviste cuidado con la profundidad? No estaba allí para salvarte de nuevo. - ¡Jajaja! Ya lo sé. ¿Y qué hiciste hoy? -Estuve revisando los gastos y ganancias con el administrador, el llegó para tomar las actividades de la asistente, Sara tuvo que regresar a la ciudad. -¿Y nosotros cuando regresaríamos?- Preguntó Marián con la imágen de su hogar en la mente. -La semana que viene probablemente, espero que se concrete la venta estos días. -Ya estoy impaciente por ver a mi madre, aunque extrañaré este lugar -dijo Marián. -Podríamos volver y pasar otras
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