37. DESOLACIÓN.
MARTÍN—Si, ya despertó, tuvieron que ponerle sedantes la primera vez y luego despertó un poco aturdida, pero se quedó conversando con su padre —Lucilda, estaba relatando cada cosa que había pasado con Ana—, no quiso hablar con los investigadores, se colocó histérica de nuevo, pero es, Ana, ¿sabes? —la escucho soltar el aire de sus pulmones—. Hablo firme y fuerte, pidió que la dejaran sola, necesitaba estar sola, uno de sus hermanos nos sacó a todos, inclusive en contra de la voluntad de su padre y desde ese momento no ha cerrado los ojos, así que aún no puedes entrar.—Tengo que verla Lucilda, no puedo dejarla sola, menos en este momento, ella necesita saber porque no estoy con ella, necesita saber que la he visitado cada noche, la he visto d
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