Aunque afuera el sol derrite las piedras, dentro del dormitorio las brumas nos envuelven. La oscuridad se ha cernido sobre la casa de Ahmed Hassim, y presiento que solo es el principio. ¿Qué puedo hacer para ayudarle? Ignoro cómo manejar armas, no tengo nociones de defensa personal y mi pierna me falla en los momentos que más la necesito. Arrastro tras de mí a Basima, quien tampoco aporta beneficios. Al contrario, siempre que su mente nos juega sucio, salimos dañados. Soy una carga pesada en la vida de mi esposo y, sin embargo, siento que mi presencia le hace sonreír a pesar de la angustia. Las ojeras producidas por la noche en vela y las preocupaciones hacen mella en su rostro cansado. Quiero abrazarle, acariciarle y decirle que todo saldrá bien, pero nunca he sido amiga de mentir. Al contrario, siempre me he caracterizado por ser demasiado sincera. He aprendido que, en las buenas o en las malas, la verdad se dice sin adornos, a la cara. Mientras me paro en firme, con los talones u
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