Cap. 18 – Perder la noción del tiempo.
Comer en silencio, escuchando la tormenta de fondo, sentados en altos taburetes, junto a la encimera de la cocina, echándonos miradas fugaces, mostrándome lo mucho que ella me deseaba, a pesar de todo, me encantó, me tenía allí, como una moto, con ganas de más. Pero jamás dejaría que pasase nada más entre nosotros, había comprendido que, a pesar de todo, ella no podía estar conmigo. Éramos como el agua y el aceite, pertenecíamos a mundos distintos, y su maldito orgullo jamás la dejaría aceptarme.Hablemos claro, yo era un maldito mujeriego, un hombre incapaz de amar, que sólo quería a las mujeres para una cosa. Ella era una mujer que merecía ser amada, alguien por el que te quedas a su lado. No se merecía que la usase y la tirase a un lado, aunque eso era algo que yo ya no quería hacer.Me ayudó
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