―¿Qué hacía Ángela Lee aquí, padre? ―preguntó Jacobo al entrar.Ruben miró a su hijo, aquel hombre parecía tener su misma edad, era un ser sin fuerza, como si hubiese perdido la voluntad de vivir desde hacía años. No pudo esconder su decepción.Jacobo ya conocía esa expresión, no le importaba lo que su padre pensara de él, dejó de perseguir su aprobación una vez se divorció de su primera esposa. Creyó que, en cierto modo, había cumplido con su voluntad cuando nació Antoni, al fin que el heredero que tanto deseó Ruben ya estaba en el mundo.Él no se creía una buena persona, aunque no se embarcó en nada ilegal, tampoco se comportó de manera ética ni correcta; Jacobo estuvo dispuesto a sacrificar a su primogénito, como si su padre fuese una especie de demonio esperando la ofrenda en un altar. Ese fue el motivo por el cual se rebeló, él había visto al amor de su vida desaparecer tras su boda, y eso le rompió el corazón, condenando su vida de casado, a pesar de que su esposa no tenía culpa
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