Durante el trayecto a casa del abuelo, quería llorar, quería gritar, porque estaba comenzando a entender que Ana no volvería hiciera lo que hiciera, y aunque la amaba y sentía en mi pecho que ella también lo hacía, lo nuestro se había terminado y la ventana de mi corazón, por donde ingresaba la calidez y la esperanza que me brindaba su ternura, se había cerrado para siempre.No dije nada de camino a casa de Mónica. Sentía la mirada piadosa y reprobatoria de Liam sobre mí. Él estaba seguro de que ya sería en vano todo intento por recuperarla, pero no podía solo bajar los brazos cuando mi alma la sintió rendirse ante mí. Que estuviera con otro tipo, no significaba nada que no tuviera explicación ni solución.¡Por Dios, que estaba desesperado y me estaba volviendo loco!Ana se presentó, como imaginé que lo har&iacu
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