Capítulo veintitrés El Nacimiento de una familia y la muerte de otra Todos nos quedamos en silencio. Los dos rusos se retan con la mirada. El ambiente se torna incómodo, por lo que decido intervenir. —Te agradezco una vez más por haber cogido a Flash —hablo y Dimitri me observa antes de entregarme el cachorro. —No fue nada, un gusto conocerte a ti y a Flash —me sonríe y cuando creo que ya todo se ha solucionado, añade—: Hasta pronto señor y señora Pretov. Mi marido, al escuchar ese apellido, se enerva. Tengo que usar toda la fuerza que tengo para detener a Alexadre de lanzarse contra su medio hermano. —No te molestes hermanito. Al final, la sangre no es algo que se pueda cambiar. Créeme, yo tampoco tengo muchas ganas de llevar tu sangre. Sin embargo, el lazo que nos une es algo que no podemos negar. »Somos hermanos, Alex, nos guste o no. Sin nada
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