CAPÍTULO 54. Un abismo para saltar
Benedetti decía que ahí en el pecho, justo debajo de garganta, debía estar el alma, hecha un ovillo. Elliot estaba seguro de eso, y estaba seguro de que Kali lo sentía igual porque pasaron minutos, largos, tétricos, insoportables, en que ninguno de los dos fue capaz de decir nada. Si al menos hubiera gritado… Pero Kali solo parecía en shock. Muda. Inexpresiva. —Nena… —Repítelo —pidió Kali como si no pupera creerlo y él pudo ver la decepción, la incredulidad, el dolor y la desesperación en sus ojos, todo mezclado en la misma medida. Elliot pasó saliva y cerró los ojos por un segundo, intentando encajar aquello, y cuando los abrió, la muchacha los encontró aún más enrojecidos y brillantes. —Por eso fue que regresó —dijo él con un murmullo ahogado—. Porque está embarazada. Kali dio un paso atrás y se apoyó en el respaldo del muble que tenía más cerca mientras Elliot trataba de llegar a ella, pero no se atrevió a tocarla. Sentía qu
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