Si el cerebro de Elliot en ese momento era un volcán en erupción, el de Emma era una página en blanco. Había estado a punto de ponerse a gritar por aquella prueba, pero Elliot lo había hecho primero… ¿Por qué estaba gritando? ¿Por qué estaba preguntándole…?
—Entonces ¿por esto volviste? —gruñó él mientras sus ojos se cristalizaban, moviendo con furia frente a su rostro la prueba que tenía en la mano—. ¿Volviste porque estás embarazada, es eso?
Diez semanas… Emma tenía que haberse quedado embarazada justo antes de desaparecer de su vida, la pregunta era: ¿habría vuelto si no lo hubiera descubierto? Por alguna razón Elliot no creía otra cosa.
—¡Te estoy haciendo una maldit@ pregunta Emma! —exclamó él, haciéndola reaccionar, y Emma dio u
Benedetti decía que ahí en el pecho, justo debajo de garganta, debía estar el alma, hecha un ovillo. Elliot estaba seguro de eso, y estaba seguro de que Kali lo sentía igual porque pasaron minutos, largos, tétricos, insoportables, en que ninguno de los dos fue capaz de decir nada. Si al menos hubiera gritado… Pero Kali solo parecía en shock. Muda. Inexpresiva. —Nena… —Repítelo —pidió Kali como si no pupera creerlo y él pudo ver la decepción, la incredulidad, el dolor y la desesperación en sus ojos, todo mezclado en la misma medida. Elliot pasó saliva y cerró los ojos por un segundo, intentando encajar aquello, y cuando los abrió, la muchacha los encontró aún más enrojecidos y brillantes. —Por eso fue que regresó —dijo él con un murmullo ahogado—. Porque está embarazada. Kali dio un paso atrás y se apoyó en el respaldo del muble que tenía más cerca mientras Elliot trataba de llegar a ella, pero no se atrevió a tocarla. Sentía qu
Elliot podía escucharla llorar desde el otro lado de la puerta. Nunca, jamás en su vida se había sentido tan impotente, tan herido, tan frustrado. Se dejó resbalar por la pared opuesta del corredor, apoyó los codos en las rodillas y dejó caer la cabeza entre las manos, porque no tenía fuerzas para nada más.No se atrevía a dar un paso dentro de aquella habitación, y aunque lo hubiera intentado, estaba seguro de que Kali había cerrado con seguro. ¿Pero qué podía hacer? Kali no era de las mujeres con las que se podían tener términos medios o negociaciones en gris.¿Lo habría querido siendo solo su amante? Esa respuesta ya la tenía: NO.¿Lo habría querido sabiendo que había renunciado a su hijo por ella? De esa respuesta también estaba seguro: TAMPOCO.El hombre capaz de abandonar a un hijo no era un
Cuando Connor se detuvo delante de aquel edificio y lo único que vio fue la expresión perdida de Kali, parada junto a esa maleta, enseguida supo que algo iba terriblemente mal.Bajó del auto y se acercó a ella, haciéndola reaccionar al saludarla.—Hola, Kali…—Connor —respondió ella alargando la mano—. Disculpa que te haya hecho venir pero no sabía a quién más llamar…—Tranquila, no hay problema. —Intentó calmarla Connor, que después de su historia con Baby podía considerarse un experto en mujeres desesperadas—. ¿Pasó algo con Elliot?Ella asintió y él solo tomó la maleta de su mano, guiándola a su auto.—Vamos, por el camino conversamos. Vamos. —Le habló con suavidad, como si fuera una niña, porque realmente se veía un poco perdi
SI Jacob Lieberman le hubiera lanzado un guantazo al rostro, Elliot se hubiera quedado menos aturdido, pero cada una de aquellas palabras hicieron eco en su cerebro como si se las estuvieran metiendo a martillazos. Miró el documento frente a él mientras parpadeaba furiosamente y negó, empujándol de vuelta. —¿Qué demonios es esto? ¿Una demanda de divorcio…? ¿Cómo…? —Ni siquiera sabía por dónde empezar a preguntar—. ¡Tiene que ser una jodida broma! Tanto Connor como Jacob esperaron pacientemente a que se calmara, porque no era el primer cliente desesperado con el que trataban, pero si algo no tenía Elliot eran ganas de calmarse. —¿Dónde está Kali? —demandó. —Ella está bien —aseguró Jacob. —¡No te pregunté cómo está! ¡Pregunté dónde! ¡Quiero verla! —exclamó Elliot y vio a Jake echarse atrás en su silla y respirar hondo. —Está donde esté y la verás cuando la veas —respondió el abogado con acento tajante—. Entiendo que esto es difíc
—¡Diosa…! —Matt apenas podía creer que tuviera a Kali enfrente y menos en aquel estado—. ¿Qué te hizo ese imbécil? —gruñó tirando de su mano y haciéndola entrar en su departamento para abrazarla después con cariño.—Él no me hizo nada… —murmuró Kali mientras las lágrimas le caían otra vez—. Pero tampoco puede solucionar lo que está pasando, así qué…Kali se sorbió los mocos y Matt hizo un puchero. Era una mujer preciosa, pero en el fondo de alguna forma seguía siendo una niña indefensa.—Aquí estuvo, buscándote —dijo Matt separándose de ella y haciendo que se sentara en el sofá—. ¿Te encontró?La muchacha asintió, cansada.—Sí, pero ya todo terminó —susurr&oa
Diez días.Habían pasado diez días desde que Elliot había pasado una madrugada deambulando por la mansión Davies, intentando localizar a Kali. Después de eso se había ido a su departamento y no habían sabido mucho más de él.—¿Todavía no contesta? —preguntó Richard preocupado, mirando a su hermana mientras se acomodaba en una de las butacas de la oficina de su padre.Frente a él, Valeria se quitó los zapatos y se acomodó en otra butaca y su padre sirvió un trago para cada uno.—A mí no me responde al teléfono —dijo Andrew.—A mí tampoco —rezongó Richard.—Yo hablé con él ayer —dijo Valeria y los hombres la miraron sorprendidos. Era verdad que cuando aquella mujer quería algo, no había nada que la detuviera.—&
Valeria estaba con la cabeza metida en aquel diseño, sombrando con fuerza, como si le fuera la vida en ello, cuando escuchó una voz que la hizo detenerse en seco.—No deberías dejar tus tacones tirados a media oficina —dijo Emma con acento risueño.—Y tú ya no deberías andar en tacones… no estando embarazada —respondió Valeria con suavidad y se levantó para caminar hacia ella.—¡Val! ¡Te extrañé tanto! —exclamó Emma abrazándola, y Valeria trató de responderle con la misma calidez, pero no sabía si lo estaba logrando.«Si me hubieras extrañado me habrías respondido al maldito teléfono», pensó pero no lo dijo.—Yo también te extrañé, nena —aseguró tomándola de la mano y guiándola para que se sentara—.
Elliot sintió como si aquellas palabras lo abofetearan.—Tienes razón —aceptó echándose atrás en su silla y cruzando los brazos, pensativo—. Y tú me dijiste que no estaba listo para casarme, que no estaba listo para formar una familia. ¿Crees que cambié en cuatro meses?—¡Es diferente ahora…! —intentó defenderse Emma pero Elliot no estaba particularmente tolerante ese día.—¿Es diferente? ¿Por qué? ¿Por qué no tenemos otra opción? —la increpó Elliot—. Yo te di la mejor que tenía: paternidad responsable, y tú no la aceptaste. Honestamente no sé qué estás esperando, Emma, pero si solo mencionas la palabra «boda», en el mejor de los casos te diré que ahora soy yo el que no está listo para casarse; y en el peor de los casos&helli